Siembran llenos de esperanza
Empezó la sustitución de las plantas en zonas productoras
Ni el recalcitrante sol de mayo derritió el ímpetu con el que Paulino Hernández y una cuadrilla de ocho caficultores cavaron cepas sobre una pedregosa ladera en Xolotla, un pueblo de la sierra norte de Puebla.
El trabajo se repite año con año, pero en esta ocasión trae además la esperanza de recuperar la producción perdida. En jornadas extenuantes que inician con las primeras luces del alba y terminan poco antes de oscurecer, la cuadrilla retira primero la maleza, luego con barretas empieza a horadar la tierra hasta hacer hoyos de 40 centímetros de profundidad.
Trabajaron a marchas forzadas con la esperanza de reemplazar unas 9 mil plantas de café que, primero, secó la roya y luego fueron destruidas por los fuertes vientos de febrero.
“El cafecito siempre ha sido nuestro sustento, desde que mi padre nos enseñó a cultivarlo. Desde niño nos traía por estas lomas a deshierbar la huerta, a abonar las plantas y a cortar café”, evoca José Jiménez, otro campesino.
Mientras con una cuchareta retira la tierra que ha aflojado y con las manos saca las piedras con cuidado para no echarlas a rodar, comenta que junto con sus hermanos y su papá plantaron café en varios terrenos pequeños.
Un hombre, machete en mano, va delante de la cuadrilla tumbando las plantas secas que no sobrevivieron y haciendo leña; luego, con un zapapico arranca de raíz los troncos inertes.
Un grito montaña arriba detiene por momentos el ruido de las barretas. Es don Tomás, el encargado de acarrear a lomo de caballo los cajones con las plantas que serán sembradas. Pide que suban para ayudarlo a descargar.
Al mediodía los campesinos se resguardan bajo la sombra de un frondoso árbol para comer. De sus morrales sacan sus magros alimentos y los colocan en un costal tendido en el piso. Entre bromas y buen ánimo comen deprisa para regresar pronto a su tarea.
En el predio donde trabaja el grupo —todos mayores de 50 años— no todas las plantas están secas; hay manchones con cafetos que si bien tienen poco follaje lucen atestados de racimos de aromáticas flores blancas y otros ya tienen pequeñas bayas, señales que hacen renacer la esperanza de que el próximo año la producción del grano puede mejorar. m