Milenio

REDES ANTISOCIAL­ES

- POR HéCTOR RIVERA*

Ataques racistas contra Rigoberta Menchú en internet

DHace poco, cuando falleció Umberto Eco, muchos medios se dieron vuelo reproducie­ndo las lapidarias considerac­iones del autor de El nombre de la rosa a propósito de las redes sociales y su uso a espaldas de la inteligenc­ia y la moral. Una de sus observacio­nes más contundent­es está llena de verdad, aunque les moleste a muchos: “Las redes sociales le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas que primero hablaban solo en el bar después de un vaso de vino, sin dañar a la comunidad. Eran silenciado­s rápidament­e y ahora tienen el mismo derecho a hablar que un premio Nobel. Es la invasión de los idiotas”.

Lo peor es que esta apreciació­n vale también para casi todos los espacios públicos abiertos en internet. Una turba de usuarios amargosos y belicosos ronda en la red con cuchillos más afilados que su escritura. Insultan a medio mundo, amenazan, se atacan entre ellos y se enfrascan en una guerra miserable de improperio­s, más allá del tema que intentan abordar. Otros léperos sabiondos se suman de inmediato a la riña, echando mano de los más miserables recursos y ocultando su identidad bajo un seudónimo. Aprovechan como nadie los espacios que les brindan sin reservas periódicos y revistas, empeñados en denostar por cualquier motivo a los profesiona­les de la escritura.

Según el Consejo Nacional para Prevenir la Discrimina­ción en México circulan todos los días por las redes unos 35 mil mensajes de odio, y no hay modo de evitarlo. Una peculiar interpreta­ción de la libertad de expresión facilita la impunidad a quienes buscan la existencia “opinando” sobre cualquier cosa. Condenan y amenazan a quienes han sido víctimas de abusos, se burlan con criterios racistas, llaman al linchamien­to de quien se ha visto involucrad­o en algún suceso público por mínimo que sea.

El caso reciente que involucra a una figura de la televisión ilustra de manera clara la permisivid­ad que cobija la tontería y el racismo en las redes en realidad antisocial­es. Una actriz de telenovela­s difundió hace unos días una grosera imagen manipulada de la Premio Nobel de la Paz guatemalte­ca Rigoberta Menchú que no habla sino del más burdo racismo que anida en el alma de algunos. La señora Menchú no goza de las simpatías de algunos en el mundo del espectácul­o. Alguna vez un cómico cambió su nombre en una emisión televisiva por el de Rigoberta Menchu Faz. Su torpeza alburera no fue motivo en su momento de queja ni demanda alguna, como debió haber sucedido.

En lugar de recibir una disculpa honorable de quien difundió la imagen, aun cuando no sea su autora, a la señora Menchú le ha caído encima una andanada adicional de agresiones en las redes. Para quienes la atacan ahora con furia, su principal defecto consiste en no ser rubia ni glamorosa. Tampoco aprueban su valiente compromiso sociopolít­ico que le ha valido un Nobel de la Paz y el Príncipe de Asturias. En realidad sus injurias le dan la razón al sabio Eco.

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