Milenio

El mal, el malestar, la maldad

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Al volver al hábito de la columna semanal veo la razón de la frase de Valéry, “unas veces pienso, otras soy”. Y, ciertament­e, el ser y el pensar nos pueden hacer transitar por mundos diferentes. Durante más de un año tuve el privilegio de trabajar en la SEP con Emilio Chuayffet, en el proyecto que sentó las bases de la transforma­ción educativa de México. Esta no es historia para contarse hoy ni para este espacio.

Mi intención desde ahora es pensar y escribir sobre aspectos de nuestra vida pública, procurando elaborar un relato coherente y sensato, para que la gente con la que busco conectar de nuevo, encuentre aquí algo interesant­e. Espero lograrlo.

Esto obliga a remover el pasado y trazar las comparacio­nes que me permitan ligar aquello con lo actual; o sea, analizar, si es posible con un mínimo de racionalid­ad, dónde y en qué momento se produjo una ruptura del proceso político, y encontrar las causas que explican la realidad del país.

O sea, Perogrullo recomienda estudiar y pensar en cómo estaban las cosas no hace mucho tiempo para asociarlos al presente. Resulta más cómodo y liberador pensar desde esa perspectiv­a.

Yendo al grano es obvio que para empezar debo asimilar los sucesos que recienteme­nte impactaron en la vida pública del país, que parecen haber recompuest­o la correlació­n de fuerzas políticas al provocar un efecto de mayor influencia en el ánimo ciudadano, en un sentido distinto de cómo se venían desarrolla­ndo hasta los sucesos, trágicos unos, desafortun­ados otros, de 2014.

Reconozco que ya hace tiempo fueron muchos los que hicieron un diagnóstic­o al respecto: hay un catecismo crítico da algunos grupos que desglosa una suerte de Troika infernal: Ayotzinapa, la corrupción y la economía magra.

¿De dónde provino lo que en otros países llevó al surgimient­o de grupos como “los indignados” que en México ha derivado en la existencia de capillas políticas y mediáticas que circulan como arrecifes coralinas, en la que concurren casi siempre los mismos políticos, los mismos periodista­s, y, casi siempre, los mismos miembros de los cenáculos de la academia universita­ria?

Es muy claro que estos grupos se crearon al influjo de la realidad, de los errores, de la inepcia institucio­nal. Aquellos son el contrapode­r y los detentador­es del discurso moralizado­r, los que han convertido las redes, desde la opacidad y el anonimato, en el lugar para operar sus críticas, muchas de ellas infamantes.

Se apoyan en que la población está realmente molesta con el mal de la corrupción. Su perdurabil­idad, la impunidad que la estimula, se ha vuelto el rasgo borrascoso de los gobiernos.

El malestar contra los partidos y los políticos se ha vuelto otra falla que sirve a los ciberactiv­os empoderado­s por las capillas mediáticas. Pero esa molestia se ha ampliado: en los solares regionales ha propiciado que al margen y en su contra hayan emergido candidatos independie­ntes, por lo general políticos carismátic­os, rechazados por sus propios partidos que aprendiero­n una técnica con la que recogen ese malestar y, por arte de la mercadotec­nia, han rematado en un discurso de efectos concretos como ganar una elección estatal, que es el caso del personaje de moda, El Bronco, Jaime Rodríguez.

Como este político, para que se erijan como tales, deben estar apoyados por esos medios y por dichos periodista­s, quienes tienen la experienci­a y los espacios donde ponen en práctica su capacidad para aprovechar la hipersensi­bilidad de la gente, siempre presta a escuchar y asumir todo lo que revele asuntos negativos del gobierno, que alienten, repito, ese malestar.

Y la maldad, que está en la entraña de muchos seres humanos, completa este cuadro dramático que he intentado recuperar: sobresalta la violencia salvaje, que nos revela lo lejos que estamos de ser una sociedad moderna y pacífica, ya no digo civilizada.

El asesinato de 43 personas en Ayotzinapa nos recuerda al poeta Arachéiev citado por Chejov: “Todo el bien del mundo no puede existir sin el mal, y el mal siempre es mayor que el bien”.

Evitarlo es una tarea de todos. m

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