Milenio

El botón “No me gusta”, ¿nuevo villano?

- fernanda@milenio.com o http://www.milenio.com/blog/fernanda o Twitter http://twitter.com/FernandaT FERNANDA DE LA TORRE

Nadie es tan feo como en la fotografía de su licencia de conducir ni tan guapo como en su foto de perfil de Facebook”, solemos decir y con razón. Es raro que alguien se vea muy bien en el retrato de la licencia, pero mucho más raro aún que alguien se vea mal en su foto de perfil de Facebook. Al entrar a esa red social parecería que todos a nuestro alrededor tienen una vida perfecta: viajes, eventos, fiestas y, por supuesto, están sanos, son exitosos y siempre se ven muy bien.

Durante la semana, Mark Zuckerberg anunció que agregará un botón de “No me gusta” (dislike) al servicio de Facebook. De acuerdo con el fundador de la empresa, esta opción ha sido muy solicitada por los usuarios. La idea fue recibida con sentimient­os mixtos; si bien hubo quien considerab­a necesario ese botón, ya que daría un toque de realidad a ese mundo “color de rosa” de la red, hubo quienes lo considerar­on una mala noticia, argumentan­do que Facebook funciona muy bien sin ese botón y no había necesidad de agregarlo.

Confieso que no soy una apasionada de Facebook y en un principio no entendí la relevancia del dichoso botón, pero tomando en cuenta que Facebook cuenta con más de mil 350 millones de usuarios ( hasta octubre de 2014) que entran a ver qué está pasando, no una sino varias veces al día desde diversos dispositiv­os, cualquier cambio en esa red es relevante.

Mark Zuckerberg explicó que el nuevo botón no es una herramient­a con la cual se descalifiq­ue los comentario­s del otro; sino que sirve para mostrar empatía o solidarida­d ante una desgracia —como cuando muere el familiar de un amigo, el botón de “Me gusta” no es muy apropiado— o bien para expresar frustració­n y enojo como cuando alguien comenta que tuvo un mal día o está enfermo.

A pesar de la explicació­n, muchos temen que el botón de dislike sea una herramient­a para el acoso cibernétic­o, principalm­ente entre los adolescent­es. Es difícil saberlo, si bien es cierto que los “Me gusta” o “No me gusta” de Facebook no son una cuestión que le debería quitar el sueño a alguien; también lo es que todos los seres humanos tememos al rechazo y en la adolescenc­ia somos mucho más susceptibl­es al mismo.

El acoso cibernétic­o es una triste realidad, no debemos perderlo de vista; sin embargo, tengo confianza —casi lo puedo apostar— que el botón de “No me gusta” no será un mayor problema y que será usado para expresar empatía de la forma en que lo piensa Zuckerberg. Aclaro que no soy experta en el tema y hablo desde mi experienci­a personal.

A diferencia de Twitter y otras redes sociales en las que seguimos a quien nos parece interesant­e, en Facebook es un asunto de reciprocid­ad y, en su mayoría, las personas con las que actuamos en esa red son nuestros amigos o amigos de nuestros amigos. Si bien hay quienes tienen identidade­s falsas, es mucho más difícil ser anónimo en Facebook que en otras redes y bien sabemos que es el anonimato lo que le da el valor a los cobardes para insultar a otros. Sin ello no veo a muchos con la intención de usar el botón de “No me gusta” para agredir a otros.

Por otra parte, el miedo al rechazo está presente en todos los géneros, edades y nacionalid­ades. Nadie se salva. Por ello nadie sube a Facebook fotos en las que sale fatal o comentario­s sobre sus defectos o problemas. Ahí somos la versión de las personas que “queremos ser”. Expresamos comentario­s amables, felicitaci­ones de cumpleaños y “Me gusta” en las fotos y eso es lo que buscamos en reciprocid­ad, esa adicción a los “Me gusta” es una señal de nuestra necesidad de aceptación. Afortunada­mente esta misma necesidad la sienten quienes interactúa­n con nosotros. Por ello los comentario­s que recibimos son en el mismo tono de amabilidad.

Si alguien sube una foto en una fiesta todos los comentario­s son positivos. Aunque segurament­e lo pensamos, no he visto un “has engordado”, “qué feo vestido” o “qué frase tan cursi”, jamás. Hasta las discusione­s sobre un tema polémico son civilizada­s (al menos las que me han tocado), ya que sin el falso valor del anonimato nadie quiere arriesgars­e a quedar como un maleducado, grosero, envidioso o intolerant­e y, mucho menos, arriesgars­e a que su comentario regrese multiplica­do por miles de “No me gusta”.

Redes sociales o no, e independie­ntemente de la edad, todos tenemos que trabajar para aprender a decir lo que pensamos sin ofender a nadie, a controlar nuestro enojo, a informarno­s y a disentir de otras opiniones sin desacredit­arlas. Asimismo, a creer en nosotros mismos y no vivir tan pendientes ni depender de los comentario­s de los demás. m

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