El botón “No me gusta”, ¿nuevo villano?
Nadie es tan feo como en la fotografía de su licencia de conducir ni tan guapo como en su foto de perfil de Facebook”, solemos decir y con razón. Es raro que alguien se vea muy bien en el retrato de la licencia, pero mucho más raro aún que alguien se vea mal en su foto de perfil de Facebook. Al entrar a esa red social parecería que todos a nuestro alrededor tienen una vida perfecta: viajes, eventos, fiestas y, por supuesto, están sanos, son exitosos y siempre se ven muy bien.
Durante la semana, Mark Zuckerberg anunció que agregará un botón de “No me gusta” (dislike) al servicio de Facebook. De acuerdo con el fundador de la empresa, esta opción ha sido muy solicitada por los usuarios. La idea fue recibida con sentimientos mixtos; si bien hubo quien consideraba necesario ese botón, ya que daría un toque de realidad a ese mundo “color de rosa” de la red, hubo quienes lo consideraron una mala noticia, argumentando que Facebook funciona muy bien sin ese botón y no había necesidad de agregarlo.
Confieso que no soy una apasionada de Facebook y en un principio no entendí la relevancia del dichoso botón, pero tomando en cuenta que Facebook cuenta con más de mil 350 millones de usuarios ( hasta octubre de 2014) que entran a ver qué está pasando, no una sino varias veces al día desde diversos dispositivos, cualquier cambio en esa red es relevante.
Mark Zuckerberg explicó que el nuevo botón no es una herramienta con la cual se descalifique los comentarios del otro; sino que sirve para mostrar empatía o solidaridad ante una desgracia —como cuando muere el familiar de un amigo, el botón de “Me gusta” no es muy apropiado— o bien para expresar frustración y enojo como cuando alguien comenta que tuvo un mal día o está enfermo.
A pesar de la explicación, muchos temen que el botón de dislike sea una herramienta para el acoso cibernético, principalmente entre los adolescentes. Es difícil saberlo, si bien es cierto que los “Me gusta” o “No me gusta” de Facebook no son una cuestión que le debería quitar el sueño a alguien; también lo es que todos los seres humanos tememos al rechazo y en la adolescencia somos mucho más susceptibles al mismo.
El acoso cibernético es una triste realidad, no debemos perderlo de vista; sin embargo, tengo confianza —casi lo puedo apostar— que el botón de “No me gusta” no será un mayor problema y que será usado para expresar empatía de la forma en que lo piensa Zuckerberg. Aclaro que no soy experta en el tema y hablo desde mi experiencia personal.
A diferencia de Twitter y otras redes sociales en las que seguimos a quien nos parece interesante, en Facebook es un asunto de reciprocidad y, en su mayoría, las personas con las que actuamos en esa red son nuestros amigos o amigos de nuestros amigos. Si bien hay quienes tienen identidades falsas, es mucho más difícil ser anónimo en Facebook que en otras redes y bien sabemos que es el anonimato lo que le da el valor a los cobardes para insultar a otros. Sin ello no veo a muchos con la intención de usar el botón de “No me gusta” para agredir a otros.
Por otra parte, el miedo al rechazo está presente en todos los géneros, edades y nacionalidades. Nadie se salva. Por ello nadie sube a Facebook fotos en las que sale fatal o comentarios sobre sus defectos o problemas. Ahí somos la versión de las personas que “queremos ser”. Expresamos comentarios amables, felicitaciones de cumpleaños y “Me gusta” en las fotos y eso es lo que buscamos en reciprocidad, esa adicción a los “Me gusta” es una señal de nuestra necesidad de aceptación. Afortunadamente esta misma necesidad la sienten quienes interactúan con nosotros. Por ello los comentarios que recibimos son en el mismo tono de amabilidad.
Si alguien sube una foto en una fiesta todos los comentarios son positivos. Aunque seguramente lo pensamos, no he visto un “has engordado”, “qué feo vestido” o “qué frase tan cursi”, jamás. Hasta las discusiones sobre un tema polémico son civilizadas (al menos las que me han tocado), ya que sin el falso valor del anonimato nadie quiere arriesgarse a quedar como un maleducado, grosero, envidioso o intolerante y, mucho menos, arriesgarse a que su comentario regrese multiplicado por miles de “No me gusta”.
Redes sociales o no, e independientemente de la edad, todos tenemos que trabajar para aprender a decir lo que pensamos sin ofender a nadie, a controlar nuestro enojo, a informarnos y a disentir de otras opiniones sin desacreditarlas. Asimismo, a creer en nosotros mismos y no vivir tan pendientes ni depender de los comentarios de los demás. m