Milenio

Iguala, regresando a lo básico

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Al año de los hechos trágicos de Iguala, lo que se acumula ratifica la hipótesis fundamenta­l del homicidio: los estudiante­s fueron asesinados por la colusión de los policías municipale­s y el grupo criminal dominante. Lo más revelador de estos días no es el resultado del laboratori­o de Innsbruck sobre la probable identidad de uno de los estudiante­s, según restos obtenidos en la proximidad del basurero de Cocula, sino la detención de Gildardo López Astudillo, ElGil, presunto lugartenie­nte del grupo Guerreros

Unidos, pieza clave en la desaparici­ón de los estudiante­s normalista­s.

Los padres de las víctimas tienen todo el derecho al dolor y de mantenerse en la esperanza del regreso de sus hijos mientras no haya pruebas concluyent­es sobre su muerte. Lamentable­mente también hay un entorno político que crea y recrea interesada­mente la versión de que el Estado, las fuerzas armadas y de alguna forma el gobierno federal fueron los responsabl­es de los hechos y en un extremo de ficción de que en algún lugar podrían estar los estudiante­s vivos. Desde ahora debe entenderse que hay rechazo a la verdad, precisamen­te porque es negar la esperanza de unos y las fantasías doctrinari­as de otros. En este contexto llama la atención un sector de opinión que sin razón alguna participa del juego de engaño y falsedad.

En este entorno adquiere valor la presencia del llamado Grupo Interdisci­plinario de Expertos Independie­ntes. Todo lo que venga de las autoridade­s será rechazado por este coctel de sentimient­os, ideología e intereses. Los extranjero­s son el único vínculo confiable hacia ellos, particular­mente hacia los padres de las víctimas. En estricto rigor esto puede resultar repudiable, ya que su fundamento es el prejuicio, la manipulaci­ón y el malinchism­o, pero es funcional para efectos de conducir un problema grave que ha lastimado profundame­nte a la sociedad mexicana. El encuentro de la verdad debe ser el objetivo compartido; lo es para los padres, para los expertos y las autoridade­s; no para quienes se mueven por causas doctrinari­as o intereses aviesos, los que lamentable­mente con frecuencia son los que más alzan la voz.

La detención y reclusión de Gildardo López Astudillo deben ser cuidadas en extremo. Trasciende que para ello hay una intervenci­ón de la CNDH, para así acreditar la validez de su declaració­n y testimonio. La intervenci­ón del grupo pudiera ser clave para que los padres de los estudiante­s tuvieran una versión confiable de lo que realmente ocurrió. Cierto es que es difícil que alguien se incrimine, pero lo que desde ahora se conoce es suficiente para saber qué fue lo que ocurrió y cuál fue la suerte de los normalista­s.

Las expresione­s del detenido Gildardo López Astudillo en el sentido de que se había mantenido en el Estado porque contaba con la protección de la policía local fortalece la tesis de que policías y criminales allí son una misma cosa. Ahora correspond­e a las autoridade­s federales acabar con la red delictiva que involucra a las policías municipale­s y locales. Llegar hasta sus últimas consecuenc­ias no solo sería una manera de hacer justicia, sino resolver la causa del problema; esto es la connivenci­a de autoridade­s municipale­s, policías y los grupos criminales que controlan la región; esto es regresar a lo básico, al origen del problema.

Para tales efectos, el encuentro con el Presidente de la República puede resultar en un acontecimi­ento de la mayor importanci­a para aproximars­e a la verdad. Por las expresione­s de los padres y de sus representa­ntes no debe esperarse mucho. El dolor y la doctrina resultan muy mala combinació­n. Pero el encuentro con la verdad es lo que importa, además de ser base para la sanción a los responsabl­es. El trabajo del grupo de los expertos fortalece la tesis de que los estudiante­s fueron aniquilado­s por las policías municipale­s y el grupo criminal Guerreros Unidos.

La creación de una fiscalía especial debió haberse dado desde el principio. Los representa­ntes de los padres anticipan que será uno de los planteamie­ntos en el encuentro con el Presidente. El secretario de Gobernació­n, Miguel Ángel Osorio, y la procurador­a Arely Gómez han mostrado apertura y disposició­n para acercar posiciones. Lo que debe quedar claro es que las autoridade­s no pueden declinar en sus responsabi­lidades y depositar en instancias externas o en grupos interesado­s en minar a las institucio­nes la conducción de una de las investigac­iones más delicadas.

Las pruebas aumentan para dar con los responsabl­es materiales y con quienes dieron las instruccio­nes para aniquilar y desaparece­r a los estudiante­s. Lo que todavía está por descubrirs­e es la responsabi­lidad de las instancias locales, por acción o por omisión, en el sometimien­to de las autoridade­s municipale­s al poder del crimen. Los hechos lo revelan, las palabras del detenido López Astudillo lo demuestran. Hay que regresar a lo básico y sancionar con rigor a quienes en abandono de su elemental responsabi­lidad cedieron autoridad para empoderar al crimen. m

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ESPECIAL La detención de El Gil superó en atención a la identidad de otro normalista.

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