Milenio

El Doctor y la señorita

“TUVE UNA REUNIÓN con mi jefe de departamen­to para preguntarl­e sobre qué programas del doctorado podría yo elegir; su respuesta fue que lo más importante para mí en los próximos años era enfocarme en ‘encontrar un compañero de vida’”

- LUIS MIGUEL AGUILAR

El otro día la más joven de la casa —le digo al camaleón peripatéti­co en el cuarto donde escribo—, en uno de los ratos libres que le deja el séptimo semestre de Medicina que cursa en la UNAM, habló sobre su rotación en los hospitales del DF y el trato diferencia­do, a la baja, que se da en ellos a las mujeres. Empezando por los pacientes. Lo resumió todo con un hecho. Si una/un paciente se acerca a un joven médico, le dice: “Doctor”; si se acerca a una joven médico, le dice “señorita”. Los varones son doctores, las doctoras son señoritas. SDER55

— Pues casualment­e te traigo el resumen de un artículo que trata el tema ( Harper’s, agosto de 2015) con algunos registros de discrimina­ción y acoso contra mujeres que estudian o trabajan en áreas científica­s y tecnológic­as. Van algunas voces. ~Estoy doctorada en un campo que de vez en cuando requiere soldaduras y circuitos electrónic­os. Para mi doctorado confeccion­é todo mi equipo electrónic­o y llevo siete años haciéndolo. No obstante, siempre que hay un proyecto que requiere soldadura mi asesor dice que esperemos hasta que llegue [un colega varón], porque “él sí sabe lo que hace”. Últimament­e me he adelantado pero cada vez que le digo a mi asesor que ya terminé el proyecto, siempre viene a “checarlo” y se sorprende cuando ve que sí funciona. ~Como nueva profesora adjunta fui a una reunión con investigad­ores en mi campo. Mi plática fue bien recibida y trajo muchas preguntas que originaron buenas discusione­s. Luego me abordó uno de los profesores y me dijo que mi exposición había estado bien bonita y me dio una palmadita en la cabeza. ~Cada año, conforme nuevos becarios (en general mujeres) entran a nuestro programa de psicología, reparo en que todos ellos se dirigen a las mujeres de la facultad por sus nombres propios y a los varones por sus títulos formales. Me he encontrado con becarios que se dirigen a mí por mi primer nombre y de inmediato se dirigen a un colega por su título formal en la misma oración (“Hola, X; hola, Dr. Y”). ~Cuando estudiaba matemática­s tuve una reunión con mi jefe de departamen­to para hablar y preguntarl­e sobre qué programas del doctorado podría yo elegir. Su respuesta fue que lo más importante para mí en los próximos años era enfocarme en “encontrar un compañero de vida”. Añadió que dados sus cálculos respecto a mi capacidad, yo debía buscar un programa casi insignific­ante. Luego me dijo que mejor ni ese programa buscara porque de seguro habría “tres hombres asiáticos entre los cuales ya escoger”. ~Como nueva profesora adjunta, me pidieron que asistiera a una reunión multidepar­tamental para trabajar en un futuro programa de becas. En la primera reunión, mientras los participan­tes se iban saludando, oí que un investigad­or le comentaba al colega con el que yo había entrado: “Qué buena idea que trajiste a tu secretaria. Así tendremos la minuta de lo que dijimos en la junta”. ~Hace poco me invitaron a dar una plática en la universida­d. Durante uno de los momentos de descanso el anfitrión principal mencionó que él no creía que hubiera sexismo en su instituto. Como prueba señaló que acababa de contratar a una mujer ya doctorada. Cuando le pregunté cuántas mujeres más había en su departamen­to, dijo: “No, pues ella es la única”. ~Un día, delante de toda la clase, mi profesor favorito me dijo que estaba muy bien que me recibiera en geología, pero que luego debía quedarme en la casa y hornear galletas para los geólogos de verdad. ~Cuando hice la carrera en física, cada vez que sacaba las calificaci­ones más altas en la clase la broma en curso era que me había acostado con el maestro la noche previa. A veces sobre el pizarrón blanco del comedor me dibujaban haciéndole sexo oral al maestro. ~ Cuando decidía a qué escuela asistir para obtener un grado, me invitaron a visitar un departamen­to en una universida­d Ivy League. Durante la visita me entrevisté con un miembro de la facultad cuyo campo estaba relacionad­o con lo que yo quería estudiar. Habló cinco minutos sobre su trabajo en el laboratori­o y luego me dijo que me sentara junto a él en su escritorio. Tenía abierta una ventana en el navegador y estaba viendo una serie de fotos de mujeres jóvenes que supuestame­nte representa­ban las caras “promedio” de mujeres de varios países. Finalmente decidió que las mujeres etíopes eran las más atractivas para él. m

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