SIMPLEMENTE MARÍA
Tengo miedo de lo que será el nuevo remake de Simplemente María. ¿Por qué? Porque he estado viendo todo lo que se ha estado manejando a nivel programas de espectáculos en las pantallas de Televisa, y aquello pinta para ser la cochinada más grande del año.
Tenemos que hacer algo, porque no estamos hablando de cualquier cosa.
Simplemente María es uno de los más grandes clásicos de la telenovela latinoamericana, un producto con un valor cultural indiscutible.
No se puede ni grabar ni transmitir como se han estado grabando y transmitiendo joyas como La mentira, Muchacha italiana viene a casarse y Paloma.
Simplemente María merece trato de obra maestra, se debe realizar con un presupuesto extraordinario y con los mejores actores y directores del cine y de la televisión de este país.
Su primer capítulo se debe presentar en una gran gala a beneficencia de las más importantes causas sociales de toda la nación, en un escenario monumental, y su estreno debe ser un acontecimiento incluso a nivel político.
Aquello se tiene que lanzar con bombo y platillo en el horario más importante del canal más importante de México. Punto.
Simplemente María es para la televisión latinoamericana lo que Hamlet para el teatro o Lo que el viento se llevó para el cine, palabras mayores, un título que cambió la historia.
Acuérdese, a partir de ella comenzó el movimiento emprendedor, antes siquiera de que se le pusiera ese nombre, en muchos rincones de nuestra región del continente.
Gracias a este concepto millones de mujeres, de todos los sectores, le entraron al feminismo y el gran Miguel Sabido inventó las telenovelas didácticas.
Por lo mismo, la única manera de entender y apreciar hoy de este melodrama tiene que ser a través de una producción de época ambientada en los años 60, que fue cuando la inmensa Celia Alcántara la escribió en Argentina.
Como usted sabe, de ahí brincó a Perú donde, en 1969 y gracias a las magníficas actuaciones de talentos como Saby Kamalich y Ricardo Blume, se convirtió en uno de los más célebres cañonazos de la historia de la televisión mundial.
Esa versión, que llegó a México en 1970, sigue siendo inolvidable, importante, fundamental, pero es imposible de reproducir, al menos como una telenovela que se desarrolle en la actualidad.
Ahora la posición de las mujeres en nuestra sociedad, a pesar de cualquier debate, es otra y existen enemil posibilidades públicas y privadas para que cualquier persona, de cualquier origen, ponga un negocio.
Esto sin considerar que las trabajadoras domésticas viven otra clase de conflictos y están peleando por sus derechos humanos y laborales a través de diferentes agrupaciones.
Ser sirvienta hoy no es lo mismo que haberlo sido en los años 60 y esto va más allá de las trenzas y los huaraches.
Nuestras queridísimas colaboradoras del hogar viven de otra manera, tienen celulares, utilizan las redes sociales y hasta gozan de una manera muy diferente de su vida sexual.
Ninguna, en su sano juicio, soñaría con ser como la protagonista de Simplemente María.
¿Ahora entiende el horror que siento cuando veo a mis compañeros de la fuente de espectáculos fingir emoción porque tal o cual actor de Televisa o de Azteca está haciendo casting cuando lo menos importante es eso?
¿Qué quiere Televisa? ¿Repetir la catástrofe de Lo imperdonable? ¿Arruinar otro clásico?
¿Quitarle el poco prestigio que todavía le queda a esta pieza cumbre que debería estar candidateada para convertirse en patrimonio artístico de la humanidad?
Qué tan complicada no sería cualquier adaptación alrededor de esta historia que en 1989, cuando Valentín Pimstein la produjo con Victoria Ruffo y Jaime Garza, la tuvo que hacer en farsa para la gente la disfrutara sin problemas de credibilidad.
Acuérdese, si el público no se reía con el ballet de costureras, se carcajeaba con la villana reventona o hacía pachanga con la música mexicana.
Era Simplemente María, pero no era Simplemente María y eso, en ese momento histórico, estaba bien.
Hoy las cosas van hacia otro lado, el tema de la farsa en las telenovelas aplica diferente y esta versión, la que con tanto orgullo se ha estado promoviendo en los últimos días, parece cualquier cosa menos una experiencia divertida.
Sus responsables se la están tomando en serio, como debe de ser. ¡Y usted sabe lo que pasa cuando los señores que están haciendo ahora nuestra televisión abierta se toman las cosas en serio!
Por favor, impidamos una catástrofe. Si no se van a crear historias originales para las audiencias del siglo XXI, que al menos cuando se tome a los clásicos se haga con respeto y con todos los recursos económicos y artísticos con los que cuentan las televisoras de hoy.
Tengo miedo de lo que será el nuevo remake de Simplemente María. Mucho miedo. ¿Usted no?
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