¿A qué viene México a la Copa América?
Duele, y a veces ya no sé qué decir. Pero no hay colega chileno que se refiera a la selección mexicana que está por arrancar su aventura en la Copa América, como la alternativa, la suplente, la B, la sin figuras. -¿Y entonces a qué vienen?- nos preguntan constantemente. Uno trata de explicar el tema de la Copa Oro, las necesidades y los distintos objetivos entre un torneo y otro, pero les resulta complicado entender cómo algo que huele tanto a Concacaf, y más ahora que emana estelas putrefactas, pueda ser para nosotros más relevante que codearse a nuestras figuras con los Neymar, Messi, Alexis, James y compañía.
Entonces hay que aventar por delante la palabra Confederaciones para que ésta haga magia, les aclare el panorama y ya no tengan más que decir. Si algún otro periodista incisivo pretende ir más allá, hay que explicar que Estados Unidos nos ganó la edición anterior, que nuestros vecinos del norte tienen medio boleto a Confederaciones y que debemos ganar sí o sí la Copa Oro para tener derecho a una fi nal a celebrarse en octubre contra los mismos que nos tienen más que tomada la medida.
Y mientras comprenden las razones, no les queda más que seguir con la mirada a Rafael Márquez, a Jesús Manuel Corona y a Raúl Jiménez, a quien le ayuda pertenecer al Atlético de Madrid. Este último sabe que le urge nutrirse de goles para mostrar mejor forma. Apenas acaba la práctica y se queda 20 minutos más ensayando movimientos fuera del área y disparos al marco de media y larga distancia.
Es evidente que hay preocupación por falta de volumen de juego. Ante Perú y Brasil fue poco lo que México ofreció a la ofensiva. Miguel Herrera tiene dudas sobre cuál será la pareja de atacantes, dónde colocar a Corona y si dar cabida a otro mediocampista. “Venimos a dar la sorpresa”, otro argumento que tengo para cerrar conversaciones. Y si veo alguna sonrisa socarrona agrego: “Al igual que Chile debe hacerlo, pues nunca ha ganado la Copa América, ¿no?”. Y entonces, deciden seguir su camino.