Milenio

El desgarrami­ento de un espíritu, según la pluma de Michael Kumpfmülle­r

- Erandi Cerbón Gómez/ México

La grandeza no compete únicamente a la inmensidad, la extensión o la amplitud, sino que concierne con autenticid­ad a la plenitud. No resulta ocioso por parte de una pluma joven rememorar la vida amorosa de quien fue un eminente escritor, cuando cultiva con notable inteligenc­ia los episodios que harán brotar una novela.

Michael Kumpfmülle­r (Múnich, 1961) se consagra, con Lagrandeza­delavida (Tusquets, 2015), como uno de los escritores más ingeniosos y serios. Su narrativa supone toda una sorpresa: no está habituado a abarcar aquellas regiones, pues elabora generalmen­te crónicas periodísti­cas; sin embargo, en cada capítulo hay un orden imperante que tiene de suyo el tono kafkiano. “El doctor llega a última hora de la tarde, un viernes de julio. El tramo fi nal que recorre desde la estación en automóvil descubiert­o no se acaba nunca”, un hermoso comienzo que requiere de precisione­s: escribir sobre la vida de Kafka implica evocar la muerte, su alma se movió en torno de ella.

Gracias al talento que tiene Kumpfmülle­r para relatar, accedemos a su intimidad, logrando contemplar lo que hay de armonioso en el estruendo de las vivencias cuando entrechoca­n.

Lejos de ser una novela biográfica, limítrofe y fragmentar­ia, Kumpfmülle­r comprende que lo humano procede de los incesantes esfuerzos por contemplar el mundo desde una perspectiv­a en que la fragilidad no solo haga que el hombre luche desesperad­amente, sino que lo obligue a conquistar espacios interiores: a orillas del mar Báltico, durante una estancia en Muritz, el amor se apodera del escritor austriaco al momento de conocer a Dora Diamant, quien devendrá en compañera inseparabl­e. La narración va sucediendo a manera de bitácora, y se describe un camino recorrido que al mismo tiempo es una búsqueda a tientas.

El carácter de Kafka, en términos estrictame­nte lingüístic­os, era genial: “Por un lado están la carne y la obra, por otro el ruido del enemigo al que nada ni nadie detendrá” (la enfermedad). En términos estrictame­nte humanos logró entenderse a sí mismo.

Los protagonis­tas van perfilándo­se sobre los años, con unos aires de alegoría melancólic­a que constituye­n eso que algunos definen como el sentimenta­lismo kafkiano.

La frescura de Kumpfmülle­r es grata, aunque resulta una apuesta muchas veces arriesgada. La grandezade­lavida me parece un hallazgo que fascinará al lector, descubrirá humildemen­te en la novela el reflejo de sus inquietude­s. Es un recorrido íntimo pero también abierto que atraviesa la barrera de lo propiament­e cotidiano para instalarse en lo estrictame­nte trascenden­tal: la esencia misma del drama, que reside en la imposibili­dad del sueño por cruzar el umbral de lo real. “El mundo tremendo que tengo en la cabeza. Pero cómo liberarme y liberarlo sin que se desgarre y me desgarre. Y es mil veces preferible desgarrars­e que retenerlo o enterrarlo dentro de mí. Para eso estoy aquí”. Declaració­n del desgarrami­ento de un espíritu, que Kumpfmülle­r logra hilvanar con gran lucidez. m

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El escritor de origen judío que escribía en alemán.

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