Todo y nada
“NADIE HUBO EN él; detrás de su rostro (que aun a través de las malas pinturas de la época no se parece a ningún otro) y de sus palabras, que eran copiosas, fantásticas y agitadas, no había más que un poco de frío, un sueño no soñado por alguien”
Aunque sea Shakespeare, no es Shakespeare —le alego al camaleón peripatético en el cuarto donde escribo mientras repasamos la noticia (MILENIO, 20/5/15) sobre el descubrimiento de “un retrato inédito de William Shakespeare (15641616) hecho en vida del dramaturgo (y que) revela su auténtica apariencia. El historiador Mark Griffiths asegura haber descubierto la imagen en un libro de botánica del siglo XVI”.
—Por mi índole camaleónica declaro a esta imagen añadible a las cuatro más famosas. O al menos un corte de caja iconográfico en la última biografía de Shakespeare que tienes, escrita por Peter Ackroyd ( Shakespeare.The Biography. Doubleday, 2005), insiste en ellas como las atendibles. 1) La de Martin Droeshout para la página de entrada al llamado Primer Folio de las obras de Shakespeare en 1623. El artista tenía 15 años cuando murió Shakespeare, de modo que seguramente hizo la imagen basándose en otra ya existente. Shakespeare aparece bastante calvo y con bigote. 2) La imagen del monumento sobre su tumba, avalada por la familia pues ella misma la encargó. La escultura muestra a un Shakespeare rechoncho y con barbita; algún experto dijo que su apariencia es la de un “carnicero de puercos satisfecho de sí mismo”. 3) La tercera, como muchas otras, se hizo a partir de la imagen de Droeshout; Shakespeare tiene un arete y, según Ackroyd, parece como si interpretara al judío Shylock en su propia obra Elmercaderde Venecia. 4) La única excepción de una imagen que no recurriera a la de Droeshut se conoce como el Retrato Grafton de 1588. El joven Shakespeare habría tenido veinticuatro años. Aparece aún con pelo en toda la cabeza, bigotito, barba rala y, según quien vea, las cejas y la expresión de los ojos son las del Shakespeare posterior de Droeshout. Y ahora esta imagen que supongo será bautizada como el Retrato Griffiths por el apellido de su descubridor. Para mí todos son Shakespeare; ¿o ya estarás, Susan Sontag?
—El asunto tampoco iría por ahí aunque efectivamente recordé que en Sobre la fotografía (Edhasa, 1981) Susan Sontag aventuró esto: “Entre dos alternativas fantásticas, que Holbein el Joven hubiese vivido el tiempo suficiente para haber pintado a Shakespeare o que se hubiera inventado un prototipo de la cámara tan temprano como para haberlo fotografiado, la mayoría de los admiradores del Bardo elegiría la fotografía. Y no es solo porque la fotografía presuntamente nos mostraría cuál era el verdadero aspecto de Shakespeare, pues aunque la hipotética fotografía fuera borrosa, apenas legible, una sombra parduzca, quizá seguiríamos prefiriéndola a otro glorioso Holbein. Tener una fotografía de Shakespeare equivaldría a tener un clavo de la Cruz”. No sé si a Sontag la desbordó su entusiasmo por la fotografía; en mi opinión, ni siquiera una cámara nos hubiera dado a Shakespeare.
—Entonces vas a decir que en materia “documental” sobre Shakespeare rige aún la conclusión del crítico John Bayley en su ensayo de 1981 sobre un libro de S. Schoenbaum titulado precisamente William Shakespeare. Records and Images. A diferencia de otros escritores, en cuestión de “registros e imágenes” de Shakespeare lo que hay nunca será suficiente; mejor dicho, con Bayley: no hay suficiente de lo que él fue como para convertirlo en lo que se ha vuelto desde entonces. —Y por más foto-Shakespeares que hubiera, no llegarían a construir a Shakespeare. En cambio/
— Claro, vas de nuevo con tu santón. El mejor retrato que conozcas sobre Shakespeare ya lo hemos expuesto aquí: es el texto “Everything and nothing” donde en dos y media paginitas o en unas 600 palabras Jorge Luis Borges develó, o tal vez ahondó, el misterio de Shakespeare: la historia de alguien que, al sentir no ser nadie, fue todos. El comienzo, por cierto, alude (entre paréntesis) a las imágenes de Shakespeare: “Nadie hubo en él; detrás de su rostro (que aun a través de las malas pinturas de la época no se parece a ningún otro) y de sus palabras, que eran copiosas, fantásticas y agitadas, no había más que un poco de frío, un sueño no soñado por alguien”. Shakespeare-nadie fue Shakespeare-muchos, primero como actor y luego como autor. Aunque lo haya, no puede haber un retrato suyo porque borgeseanamente sería una ausencia, un vacío, un no-retrato; y no puede haber un retrato porque sería incontables retratos. Su “auténtica apariencia” es la de muchos y nadie. Todo y nada. m