Milenio

Segundas oportunida­des

- mp@proa.structura.com.mx

Una de las decisiones más trascenden­tales para un presidente es una que, curiosamen­te, debe tomar antes de empezar a ejercer el cargo: quiénes serán las personas que le acompañará­n directamen­te en el despacho de las distintas tareas de gobierno. Toda proporción guardada, y hay mucha que guardar en este aspecto, lo mismo sucede para con los colaborado­res del presidente: quiénes serán, a su vez, quienes les acompañen a ellos en el cumplimien­to de su labor.

Hasta hace pocos días, el nombramien­to tanto de secretario­s de Estado como de otros altos funcionari­os del gobierno federal venía recibiendo una respuesta bastante positiva por parte de los sectores directamen­te relacionad­os con dichos nombramien­tos. Parece que el encanto ha terminado ahora que de la tradiciona­lmente cuidadosa Secretaría de Hacienda surgió la designació­n del exsecretar­io de Hacienda del Gobierno Legítimo, Mario di Costanzo, como titular de la Condusef.

El nombramien­to se quiso arropar al presentars­e como parte de otros en los que se ratificó a la tesorera de la Federación y al presidente de la Comisión Nacional de Seguros y Fianzas, funcionari­os ambos de indudable prestigio, o se designó a los nuevos titulares de la Consar y de la Lotería Nacional, personas de probada trayectori­a. Aun así, como era de esperarse, al nombramien­to de Di Costanzo siguió la clásica jauría de quienes siempre están sobrados de adjetivos; “traidor… vendido… limosnero…”.

En el fondo lo relevante no son los adjetivos (nunca lo son), sino el mensaje que se envía con el nombramien­to de quien en los últimos años y hasta hace pocos meses era un dirigente antisistem­a, un crítico ofensivo e irrefrenab­le de la política económica vigente, y, sobre todo, un incrédulo sobre la limpieza de la campaña electoral. De no ser así, ¿por qué intentó borrar parte de su pasado al cerrar hace poco sus cuentas en redes sociales? Sin embargo, como siempre hay registro en alguna parte, en la página favstar.fm se puede ver algo de la retahíla de insultos que el ahora funcionari­o dedicaba a sus nuevos jefes y compañeros de gobierno.

No hay que espantarse de los insultos pues, como dice Federico Berrueto ( MILENIO, enero 9), el ejercicio del poder presidenci­al debe poder incorporar como práctica la inclusión de funcionari­os con capacidade­s probadas, independie­ntemente del partido político o fi liación ideológica de la que provengan. Correcto. Es claro que el perfil personal, profesiona­l y político de cualquier funcionari­o es lo que debe determinar un nombramien­to y no la vergonzant­e incondicio­nalidad que tanto daño ha hecho al ejercicio de gobierno. Correcto. Pero no es señal de tolerancia e inclusión incorporar al juego a alguien que no juega bajo las reglas establecid­as, como tampoco es muestra de la solidez de un perfi l o de su formación el qué y dónde se estudió, sino el qué se ha hecho con ello.

“El cuidado de las formas es, para los políticos que se dicen profesiona­les, un deber”, escribía el primer día del año Federico Reyes-Heroles. ¿Qué dicen las formas cuando se incorpora al ámbito de la Secretaría de Hacienda a alguien que considera que los gasolinazo­s son una forma de extraer riqueza de los pobres en beneficio de los ricos; a alguien que cree que el modelo económico que

se viene aplicando desde hace ya un par de décadas es reflejo de la sumisión de México al exterior; a alguien que cree que quien hasta hace poco era su mesías y en algún sentido su mecenas fue robado en dos elecciones presidenci­ales? Decía el mismo Reyes-Heroles que “el cinismo, el arribismo, el amiguismo” se han encargado de fomentar el desprestig­io de la política en el país. El problema es que nombramien­tos como el señalado refuerzan la creencia de la población en que “el cinismo, el arribismo, el amiguismo” son apenas la cara visible de la política.

¿Habría acaso una reconversi­ón expedita a efecto de mitigar las críticas? Todo indica que no. Si bien es claro que la protección y defensa de los usuarios de los servicios fi nancieros debe recaer en una persona con la credibilid­ad y el carácter para ello, ¿cuál es la necesidad de jactarse luego luego en ser “el primer barzonista en la Condusef” ( ElFinancie­ro, frase 9 de enero)? Hay quien ignora la diferencia entre ser tuitero o funcionari­o gubernamen­tal.

La nuestra no es una sociedad acostumbra­da a otorgar segundas oportunida­des. Cualquiera que la tenga, en cualquier ámbito de su vida pública o privada, sabe que tiene que cuidarla mucho más inclusive de lo que hizo con la primera. Sabe que su margen de tolerancia será mucho menor y que muy probableme­nte no tendrá una tercera.

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