¿Para qué queremos que las mujeres lleguen al poder?
Hace casi seis décadas, la lucha de las sufragistas llegaba a un punto climático: Se reconocía el derecho de las mexicanas a votar en las elecciones populares. Si bien histórico, ese momento no hacía sino igualar a las mujeres en un derecho que a los varones les había sido reconocido por siempre.
Supongo que en aquel entonces, los prejuicios de género habrán hecho pensar a muchos que las aspiraciones de las mujeres ahí se detendrían.
Todos aquellos que pensaban que el único destino posible para una mujer es el de madre-esposa, habrán encontrado imposible imaginar que algunas tendrían la ilusión de ir más allá y participar activamente en la toma de decisiones públicas. Los estereotipos de género les habrán dificultado imaginar que hay mujeres con capacidades, ilusiones y aspiraciones suficientes para participar en el ámbito de lo público pues es ahí donde mejor desarrollan su potencial humano.
A sesenta años de distancia, la historia ha mostrado dos cosas. Por un lado, que hay muchas mujeres que tienen la astucia, coraje e inteligencia necesarias para generar liderazgos políticos importantes. Por el otro lado, que no obstante que la norma plantea una igualdad formal para participar en política y competir por espacios públicos de toma de decisión, sobre las mujeres se imponen limitaciones culturales que inhiben sus posibilidades.
Esas limitaciones son las que explican que jamás hayamos tenido una Presidenta, que ninguna gubernatura recaiga actualmente en alguna mujer, o que apenas 5.3% de las presidencias municipales la ejerza alguna de ellas. Es en reconocimiento a lo complejo que pueden ser las carreras profesionales femeninas que una organización civil, el “Patronato Nacional de la Mujer del Año AC” ha decidido premiar, año con año, a aquellas mujeres que logran destacar en sus ámbitos. Han reconocido a artistas, científicas, abogadas, benefactoras sociales y políticas, entre muchas otras.
Este año, el Patronato decidió reconocer el impulso que, desde las instituciones electorales del país, he dado a la participación política de las mujeres. Valoro que estas mujeres hayan puesto el foco de atención en ese tema que requiere todavía mucho esfuerzo colectivo. Al recibir el reconocimiento, expuse la importancia que – a mi modo de ver – tiene la participación política de las mujeres. Más allá de que es justo que las mujeres puedan aspirar a cargos públicos en igualdad de condiciones que los hombres, lo que es cierto es que al excluirlas de la toma de decisiones la sociedad está perdiendo la mitad del talento, la mitad de las capacidades.
Los mitos y prejuicios que históricamente han limitado las posibilidades de acceso de las mujeres al diseño e implementación de políticas públicas, al mismo tiempo han impedido que éstas se nutran de una visión complementaria de la realidad social que sólo las mujeres podrían aportar.
ONU Mujeres ha detectado que las mujeres líderes han demostrado ser firmes defensoras de numerosas cuestiones, incluyendo la energía sostenible, el trabajo decente, la igualdad salarial, el cuidado infantil, la atención médica y las pensiones para la tercera edad. De ese ímpetu se pierden aquellas democracias que, como la mexicana, las excluyen o limitan de la toma de decisiones.
Por eso necesitamos que más mujeres lleguen a la toma de decisiones públicas, pues su talento es necesario para resolver algunos de los problemas ancestrales, cuyas soluciones hasta el momento han sido diseñadas e implementadas casi en exclusiva por varones.
Es el caso, por ejemplo, de las políticas de salud que, lejos de erradicar el cáncer de mama, en ocho años lo han hecho incrementar de 14.9 a 16.9 defunciones por cada 100 mil mujeres. También lo es de aquellas políticas de prevención de trata de personas que no han podido evitar que muchas mujeres mexicanas sean exportadas con fines sexuales a Estados Unidos, España, Japón, Holanda y Alemania.
El premio a la mujer del año 2012 pone el tema del fortalecimiento de los derechos políticos de las mujeres nuevamente en el escaparate público, propiciando con ello más impulsos para que más mujeres se decidan a participar y, con ello tengamos mejores aliadas para resolver algunos de los problemas sociales más complejos.
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