Nuestra relación tiene que cambiar
El sistema alimentario mundial se enfrenta a una crisis medioambiental de proporciones alarmantes. De acuerdo con datos de la Organización de las Naciones Unidas, se estima que el 29% de las emisiones de gases de efecto invernadero proviene de la cadena de suministro que lleva los alimentos de la granja a la mesa.
Esta cifra subraya una verdad incómoda: la forma en que producimos, distribuimos y consumimos nuestros alimentos está asfixiando al planeta.
Es tanta nuestra contradicción que, a pesar de que hoy producimos más alimentos que nunca, más gente tiene hambre y más crece el desperdicio de alimentos.
Hasta un 35% de todos los alimentos producidos no cumple su objetivo, tristemente producimos más y desperdiciamos más.
Pero este despilfarro no solo es una afrenta moral en un mundo donde millones pasan hambre, sino que también implica un uso ineficiente de los recursos naturales.
Cada kilogramo de comida que termina en la basura representa una pérdida de agua, energía y tierra cultivable. La magnitud de esta pérdida es devastadora.
Nuestras prácticas agrícolas y de consumo son responsables de hasta el 80% de la pérdida de biodiversidad. La agricultura intensiva y la expansión de tierras de cultivo amenaza los ecosistemas que sostienen la vida de especies de flora y fauna, y desde luego la vida humana.
La deforestación es otro flagelo vinculado directamente a nuestro sistema alimentario. Alrededor del 80% de la deforestación global se debe a la expansión agrícola.
Bosques que han existido por milenios son talados a un ritmo alarmante para hacer espacio a cultivos y pastizales.
Y en el grave problema del agua, donde el acceso al líquido es cada vez más limitado, el 70% de toda el agua dulce se destina a la producción de alimentos. Esto tiene que cambiar.
Necesitamos repensar y reformar nuestro sistema alimentario. Necesitamos adoptar prácticas agrícolas sostenibles, reducir el desperdicio de alimentos y apoyar cadenas de suministro más eficientes y ecológicas.
Las soluciones existen: desde la agricultura regenerativa hasta la tecnología alimentaria innovadora. Lo que se requiere es la voluntad y conciencia social.