Los Judas de Tancol, tradición de 80 años
Es una mañana fresca de un día esperado por todo el barrio de Tancol. Es Jueves Santo, un día de reflexión y oración, pero para los habitantes del mencionado sector en el norte de la ciudad, también es de tradición.
Familias completas se asoman por la puerta de sus casas, les llama la atención que poco a poco jóvenes se reúnen del campo de beisbol del poblado Tancol, algunos ya portan coloridas máscaras y extravagantes pelucas.
Son las 8 de la mañana y ya no falta nadie, más de 30 personas inician con los preparativos para el desfile por las calles de las colonias adjuntas. “Chavos, esto va a durar varias horas, vamos a echarle chingazos, no se expongan frente a los autos, no se atraviesen pues más de uno se va a molestar y no queremos tener problemas ni que llegue a pasar algo”, alerta Martín López, uno de los integrantes de la comparsa.
Tras la recomendación, el grupo de jóvenes hace una oración, se encomiendan a Dios e inician el recorrido entre bailes modernos, cumbias y norteñas, máscaras de arlequines, payasos y diablitos.
La tradición de Judas data de hace más de 80 años, todos lo saben en este sector. “Esta tradición tiene muchos años, imagínese nada más que mis bisabuelos participaban, claro, había menos riesgo en la calle y nuestros padres también nos dejaban participar, esto ha sido siempre una fiesta en el poblado y qué bonito que nuestros hijos sigan esta tradición”, dice doña Patricia López.
El desfile avanza los primeros pasos y continúa su marcha, se detienen en un primer punto donde se ponen a bailar con tres personas de la tercera edad que han pasado la noche bebiendo caña, mientras otro sector del grupo empieza a pedir unas monedas a los automovilistas que pasan por el lugar.
“Nosotros siempre pedimos una moneda, claro, nunca se les exige, todo lo hacemos con respeto. Al final, reunimos todas las monedas y después de tres días hacemos una comida con el dinero recaudado para todos los que han participado y han hecho posible que esta tradición continúe”, dice Martín, mientras se coloca la máscara de “La Monja”.