Milenio Tamaulipas

Amigo bueno… así te llaman

- MARTHA IZAGUIRRE meizaguirr­ev@hotmail.com

Dedicado a Gerardo Sámano Fajardo

S i tu fuego hubiera lentamente agotado su fuerza, como suele ser el último suspiro de una vida, recuperarí­a de la oscuridad cada chispa de luz, de tu luz. Pero no tienes derecho a arder y ser ceniza, resulta que en las leyes humanas está penado morirse de ganas de morir.

Todo lo que yo pueda decir sobre tu muerte es mentira. Yo caminé contigo la secuencia de esos días, y puedo asegurar que en propia mano no fuiste tú, ser incapaz de dañar una flor; pero también sé, con creces, que sí fuiste en ti, capaz de decir adiós al silencio hueco de los buenos días con que se saluda en los malos días.

Pocos saben que leen su último libro sobre la tierra. ¿Lo sabías tú esa tarde que leíste de un tirón Las Batallas en el Desierto? ¿Estuviste de acuerdo en que las vidas pasan como los discos en una sinfonola?

Está hecho. Ha sucedido. La muerte abrió su puerta y tú la cruzaste. Decimos contigo adiós a la desesperan­za del instante; te viviremos como tú diste ejemplo, como el amigo bueno, que así te llaman todos los que te conocieron.

Seguro tu cielo es uno pintado por tu Remedios Varo. Ya ayudas solícito a hilar un universo entre trinos de pájaros liberados del papel en blanco por los trazos de tinta de un poeta. Sales y entras de un cofre tejiéndote igual y desiguala lo que parece ser la realidad. Flotas entre moléculas y seres etéreos por los laberintos líquidos del París de tus sueños. Das de comer papilla a la luna, y abrirás su jaula para que vuele sobre nuestra noche, aunque no podamos, como tú ahora, escuchar su canto y saber que es y no es un ave, que abre y cierra sus alas luminosas en ciclos de 28 días, yendo y viniendo entre tu dimensión y la nuestra. Ya estás jugueteand­o con un nuevo abecedario, como cuando de tanta variación hacíamos desvariar al lenguaje. Hoy, tras las nubes ocultas y asomas tu rostro sonriente; sé que aparecerás y desaparece­rás, cual duende ingenioso y feliz, junto a un ser surrealist­a; quizá viajes en su canasta de galaxias y estambres, o leas, dentro de un árbol, en voz alta, las páginas de un libro de agua, y lluevan las palabras que no han sabido ser pronunciad­as.

Amoroso Gerardo, por amor a ti, y en la alegría de tu amor recibido, sobre todo el dolor, te devuelvo la vida en mi corazón. Jugaremos a descubrirn­os en el jardín de las ilusiones, donde una vez nos conocimos.

...Por amor a ti, y en la alegría de tu amor recibido, sobre todo el dolor, te devuelvo la vida en mi corazón.

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