Oliva: la poesía puede conjurar la dolorosa realidad
“Si el verso puede transformar la piedra en geranio y después en venado, estamos cambiando el mundo, lo estamos sosteniendo de nuevo”, señala
Hace algunos años, Óscar Oliva tuvo un primer enfrentamiento con la muerte, del que salió airoso, pero consciente de que todos vamos a sucumbir ante ella, por eso no le da protagonismo en su poesía más reciente, reunida en Lascas (Matadero/ Aldus/DGP-Secretaría de Cultura). “Está la muerte a través de la de mis difuntos y mediante sus voces voy expresando también la mía y la de mis amigos, la de mis familiares, de toda una realidad que se desmorona poco a poco. “La muerte está en nuestras vidas constantemente. Sigo aquella expresión del poeta español Antonio Gamoneda: vamos de la inexistencia a la inexistencia. Por eso somos hombres y mujeres que nos encaminamos a la desaparición”.
Y cuando Oliva (Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, 1937) habla de la idea de la muerte, el también integrante del grupo La espiga amotinada —junto a Jaime Labastida y los ya fallecidos Eraclio Zepeda, Jaime Augusto Shelley y Juan Bañuelos— habla de un país donde esa figura está presente, “donde pareciera ser que el Estado-nación ya no da para más, por lo cual no solo hay que reformarlo, sino cambiarlo”, explica. Si bien ninguna reflexión ni teoría política, económica, social o filosófica lo podrá saber, “por medio de la poesía sí podemos derrumbar esa realidad dolorosa y, en esa caída, está otra vida”.
Lascas es un homenaje a Salvador Díaz Mirón y también a aquellos creadores que han contribuido en su formación, no solo escritores. El poeta chiapaneco termina por rendirse ante su vocación de lector y, en especial, de ser humano confrontado con la realidad. “La poesía es una manera sonora de sentir la realidad, de apreciarla, mediante sonidos que pueden ser engañosos; pero si el verso teje y entreteje diversas posibilidades de vida y puede transformar una piedra en un geranio y después convertirlo en un venado, entonces estamos cambiando el mundo y lo estamos sosteniendo de nuevo”.
En el volumen hay una necesidad personal de descubrir distintos paisajes, en especial de Chiapas, con la idea de recuperar el tiempo perdido tras varias décadas de estar un tanto alejado, hasta que en 1994 lo invitaron a formar parte de la Comisión Nacional de Intermediación entre el gobierno federal y el EZLN. “Fui recuperando no solo la presencia de las montañas, los ríos y la vegetación de Chiapas, sino también olores y sabores que, para mí y muchos mestizos que se han internado en la Selva Lacandona y en los Altos de Chiapas, es muy difícil comprender”, dice.
Según el poeta, los mestizos chiapanecos perdieron ese contacto con la naturaleza y con la solidaridad humana; con el paso de los años, él recuperó muchas de esas imágenes, incorporadas en Lienzos transparentes y ahora en Lascas, “porque eran también como éstas, que, al tiempo que me lastimaban, me daban esperanza para imaginar un mundo mejor. “Siempre he pensado que la poesía surge de la poesía, que si nosotros los escritores de lírica estamos atentos a lo que escribieron san Juan de la Cruz, Rubén Darío o César Vallejo, hablamos de nuevo con los muertos. Mi poesía surge, cae, decae de muchas formas: a través de lo leído y lo vivido, con la circunstancia de lo que hoy podemos hacer con esta aceleración del conocimiento: comprender un poco más el universo y, con ello, un poco más a nosotros mismos”.
Piensa que todos los poetas deben unir la poesía con la tecnología, usarla para que la palabra se difunda y para que ese género y la ciencia “no estén desunidos y podamos hacer una poesía con muchas voces, verdaderamente planetaria, como decía Juan Bañuelos”.
Lascas es para Oliva una manera de estar de nuevo con aquellas voces de sus muertos, aunque cuando habla de ellos se refiere a quienes han estado a su lado en momento fundamentales.
Lascas será presentado este domingo, a las 12:00, en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes, donde Oliva será acompañado de Mario Nandayapa y Alfredo López Austin.