Sin honor, ni libertad ni vida
Ayer se cumplió un mes del arresto en Estados Unidos del ex secretario de la Defensa Nacional, general Salvador Cienfuegos. Absolutamente todo lo que se conoce hasta hoy apunta a que es una puñalada trapera asestada por la DEA a un gran soldado mexicano, a nuestras fuerzas armadas y a México entero. El que asegure lo contrario, sin argumentos o pruebas que lo justifiquen, es un miserable.
Se pueden hacer especulaciones sobre el qué, el por qué y el para qué de ese cautiverio; por lo sabido hasta este momento, es otro atropello más del Imperio. El tiempo descubrirá finalmente la verdad desnuda.
Planteo esta hipótesis para la consideración de usted:
El arresto del general fue consecuencia de un hecho inesperado para la DEA: el viaje de Cienfuegos, con su familia, a EU le permitió a la corrupta y criminal agencia dar un paso más en su planeada felonía, que consistía en inventar un expediente acusatorio, recibir de las autoridades mexicanas una negativa de extradición y “evidenciar” así que todo México está bajo el control del narcotráfico, “justificando” la política antiinmigrante de Trump y la de aumentar el muro fronterizo. Todo esto inmerso en la campaña, afortunadamente fallida, para la reelección del simio de copete anaranjado.
Lo que se le imputa al general Cienfuegos es simplemente una estúpida gringada en todo el significado de la expresión. Sí, una estúpida gringada es acusar al ex secretario de la Defensa Nacional de haberse coludido con un narquillo de quinta categoría que operó en Nayarit con el alias del h2 y que fue abatido por la Marina Armada de México en el mismo sexenio, en 2017.
No olvidemos la estrechísima relación y mutua confianza que se dio entre los secretarios de la Defensa y la Marina. Entre ellos no hubo reservas, dudas o desconfianzas; ninguno de los dos liberó a Ovidio, tampoco se bajaron de sus vehículos para saludar a la madre del Chapo ni le pidieron perdón a éste por llamarle así; jamás hicieron gestiones ante las autoridades de EU en beneficio de capos ni proclamaron “abrazos no balazos” mientras los criminales descuartizaban soldados, marinos, policías y ciudadanos comunes, como con tanta impunidad siguen haciéndolo cobijados por la claudicación presidencial.
Por todo eso, sería ridículo que el gobierno mexicano se limitara al envío de una nota diplomática al yanqui por no haberle avisado del arresto del general; eso implicaría abandonarlo a su suerte. Traer a las fuerzas armadas de milusos y denigrarlas como lo hizo en su campaña por la presidencia es despreciable, infame y peligroso.
Sé de cautiverio y torturas, por eso estoy seguro de que el general Cienfuegos jamás se humillará ante el Imperio declarándose narcotraficante, pues bien sabe que su libertad y su vida, sin honor, nada valdrían.