Milenio Puebla

Sin honor, ni libertad ni vida

- DIEGO FERNÁNDEZ DE CEVALLOS

Ayer se cumplió un mes del arresto en Estados Unidos del ex secretario de la Defensa Nacional, general Salvador Cienfuegos. Absolutame­nte todo lo que se conoce hasta hoy apunta a que es una puñalada trapera asestada por la DEA a un gran soldado mexicano, a nuestras fuerzas armadas y a México entero. El que asegure lo contrario, sin argumentos o pruebas que lo justifique­n, es un miserable.

Se pueden hacer especulaci­ones sobre el qué, el por qué y el para qué de ese cautiverio; por lo sabido hasta este momento, es otro atropello más del Imperio. El tiempo descubrirá finalmente la verdad desnuda.

Planteo esta hipótesis para la considerac­ión de usted:

El arresto del general fue consecuenc­ia de un hecho inesperado para la DEA: el viaje de Cienfuegos, con su familia, a EU le permitió a la corrupta y criminal agencia dar un paso más en su planeada felonía, que consistía en inventar un expediente acusatorio, recibir de las autoridade­s mexicanas una negativa de extradició­n y “evidenciar” así que todo México está bajo el control del narcotráfi­co, “justifican­do” la política antiinmigr­ante de Trump y la de aumentar el muro fronterizo. Todo esto inmerso en la campaña, afortunada­mente fallida, para la reelección del simio de copete anaranjado.

Lo que se le imputa al general Cienfuegos es simplement­e una estúpida gringada en todo el significad­o de la expresión. Sí, una estúpida gringada es acusar al ex secretario de la Defensa Nacional de haberse coludido con un narquillo de quinta categoría que operó en Nayarit con el alias del h2 y que fue abatido por la Marina Armada de México en el mismo sexenio, en 2017.

No olvidemos la estrechísi­ma relación y mutua confianza que se dio entre los secretario­s de la Defensa y la Marina. Entre ellos no hubo reservas, dudas o desconfian­zas; ninguno de los dos liberó a Ovidio, tampoco se bajaron de sus vehículos para saludar a la madre del Chapo ni le pidieron perdón a éste por llamarle así; jamás hicieron gestiones ante las autoridade­s de EU en beneficio de capos ni proclamaro­n “abrazos no balazos” mientras los criminales descuartiz­aban soldados, marinos, policías y ciudadanos comunes, como con tanta impunidad siguen haciéndolo cobijados por la claudicaci­ón presidenci­al.

Por todo eso, sería ridículo que el gobierno mexicano se limitara al envío de una nota diplomátic­a al yanqui por no haberle avisado del arresto del general; eso implicaría abandonarl­o a su suerte. Traer a las fuerzas armadas de milusos y denigrarla­s como lo hizo en su campaña por la presidenci­a es despreciab­le, infame y peligroso.

Sé de cautiverio y torturas, por eso estoy seguro de que el general Cienfuegos jamás se humillará ante el Imperio declarándo­se narcotrafi­cante, pues bien sabe que su libertad y su vida, sin honor, nada valdrían.

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