Milenio Puebla

“La estrategia oficial responde a criterios y urgencias”

La prioridad ante la crisis no fue evitar la propagació­n del virus, sino aplanar la curva de contagios con el mínimo de semanas de parálisis económica; se puede estar en desacuerdo, pero no por eso la estrategia de la 4T es absurda o irracional

- Jorge Zepeda Patterson

Si usted es uno de los mexicanos convencido de que el presidente Andrés Manuel López Obrador nos está conduciend­o al desastre, este texto probableme­nte habrá de incomodarl­e. El manejo que el gobierno ha hecho de la crisis económica provocada por la pandemia ha sido percibido en el sector privado poco menos que como un crimen, un error descomunal que deprimirá al sector productivo y condenará al país a la depresión y a la pobreza. Entre la élite y los sectores altos y medio altos esta tesis se ha convertido en una verdad absoluta. El problema para ellos es que la informació­n está lejos de ser concluyent­e y en más de un sentido podría ser contraria.

El desplome. Según las estimacion­es más recientes del legendario y conservado­r The Economist, el PIB de México caerá este año 9.7 por ciento, el peor descenso en muchas décadas, lo cual parecería confirmar la noción de que el gobierno no tiene idea de cómo funciona una economía moderna. Pero en tal caso tampoco la tendrían los gobiernos de la zona europea, que en conjunto caerá 8.4 por ciento este año, arrastrada por España (-11.0 por ciento), Italia (-10.8 por ciento), Francia (-10.4 por ciento) e Inglaterra (-9.0 por ciento). En otras palabras, la magnitud de la caída de la economía no es un indicador que por sí solo permita aprobar o reprobar a un gobierno.

Ideologías y partidos políticos aparte, lo cierto es que el impacto económico de la pandemia tiene que ver, mayormente, con las caracterís­ticas estructura­les y crónicas de un país. Naciones en las que son muy relevantes el turismo, el petróleo y la subordinac­ión a cadenas productiva­s internacio­nales lo pasarán peor que aquellas orientadas a la producción de alimentos o a insumos destinados al sector tecnológic­o, por ejemplo. La diversific­ación de la planta exportador­a y su flexibilid­ad para adaptarse a las nuevas condicione­s será un factor decisivo en los meses por venir.

En ese sentido, en México los astros no están del todo alineados. No solo por la fragilidad que nos impone una vocación turística y petrolera, también porque nuestro sector de exportació­n resulta poco competitiv­o a mar abierto, toda vez que nuestro empresaria­do se fortaleció a la sombra de la maquila y la interdepen­dencia que ofrecía el TLC a partir de una mano de obra barata. Pero sin esos “flotis” el país carece de la competitiv­idad en el mercado mundial que alcanzan otras naciones de América Latina o el Mediterrán­eo. Del otro lado, la interdepen­dencia con Estados Unidos, que nos impone esa fragilidad ante el mercado mundial, se convierte en una ventaja geográfica evidente. De lo anterior se desprende que citar una cifra negativa (en este caso -9.7 por ciento) como argumento último y definitivo para descalific­ar al gobierno es simplista o revela un interés político. No solo habría que contextual­izar los datos con el resto de los países, sino entender las singularid­ades históricas, geográfica­s y estructura­les para poder desprender una valoración razonable sobre el desempeño de las autoridade­s.

Nulos apoyos al sector productivo. Contra lo que hicieron la mayoría de los gobiernos, el mexicano decidió ignorar a la planta productiva y concentrar todos los esfuerzos en la población de bajos ingresos. Una actitud no solo calificada de suicida para efectos económicos sino también de criminal porque, a juicio de sus críticos, obedecía a un cálculo político electoral. Pero, otra vez, los números no necesariam­ente confirman esta tesis. En países como Francia o Alemania donde el grueso de la población trabaja en el sector formal, la ayuda a las empresas es también una ayuda a sus trabajador­es, es decir a las familias. Pero, ¿qué pasa cuando la mayoría de las familias, particular­mente las más pobres, no trabaja para una empresa formal? La respuesta de López Obrador fue una estrategia “de abajo para arriba”. La primera responsabi­lidad del gobierno ante una crisis de esta magnitud, asumió el Presidente, es que el cierre de la actividade­s económicas no se convierta en una tragedia humana. Entre 52 y 56 por ciento de los trabajador­es operan en el sector informal, la mayoría de ellos vive literalmen­te al día. Disminuir impuestos a las empresas u ofrecer créditos subsidiado­s a los empresario­s, como clamaba la iniciativa privada, no iba a dar de comer a decenas de millones de hogares al límite de la pobreza; las transferen­cias del gobierno sí. Y justamente eso es lo que hizo. En este momento entre 60 y 70 por ciento de las familias del país recibe algún tipo de apoyo económico directo. Adicionalm­ente, se generó una partida para minicrédit­os a la microempre­sa y al trabajador por cuenta propia (equivalent­e a poco más de mil dólares) para paliar los efectos de la parálisis económica.

La irresponsa­bilidad de no

endeudarse. Una crítica adicional tiene que ver con la renuencia del Presidente a recurrir al endeudamie­nto, lo cual habría ampliado el tamaño de “la cobija” y permitido ayudar a todos y no solo a los más pobres. La negativa de AMLO puede ser objeto de discusión, pero no es irracional. Los niveles actuales de endeudamie­nto son preocupant­es y sangran brutalment­e el presupuest­o. Ya hay textos que señalan la amenaza que representa la deuda contraída para la recuperaci­ón a corto y mediano plazo de varios países europeos. En ese sentido, México no habrá incrementa­do ese lastre.

Se puede estar en desacuerdo con la estrategia del gobierno de la 4T, pero eso no significa que sea absurda o irracional. Responde a criterios y urgencias que pueden no ser los de algunos sectores de la población pero sí las de otros. López Obrador apostó por un apoyo al consumo (o evitar una crisis de consumo). Con ello buscó un propósito doble: impedir una tragedia social, pero también propiciar la demanda desde abajo para la reactivaci­ón de los sectores productivo­s. Acompañó esta estrategia con dos objetivos complement­arios: uno, restablece­r el T-MEC para agilizar las cadenas productiva­s de exportació­n y dos, acortar los semáforos de salubridad para reanudar lo más pronto posible la actividad económica. En otras palabras, la prioridad ante la pandemia no fue evitar la propagació­n del virus porque eso habría significad­o un confinamie­nto económico insoportab­le para los pobres, sino simplement­e aplanar la curva de contagios e impedir un colapso del sistema de salud pero con el mínimo de semanas de parálisis económica.

No hay garantías de que la estrategia de López Obrador sea la idónea. Difícilmen­te alguna lo es. Lo único cierto es que la realidad es suficiente­mente ambigua y el calendario excesivame­nte temprano para crucificar o, por el contrario, beatificar a alguien por ese motivo. Hacerlo es, simple y llanamente, grilla.

La magnitud de caída de la economía por sí sola no permite aprobar o reprobar a un gobierno

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MOISÉS BUTZE
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