Atemporal: Joanna Moorhead
“Ha sobrevivido por su obra, pero también porque sus ideas hablan a través de generaciones”
En su adolescencia, Joanna Moorhead escuchaba comentarios sobre una prima que se había fugado muy joven con un pintor famoso. El diminutivo “Prim” —como le llamaban— se decía en voz baja. “Yo tenía la percepción de que se trataba de algo escandaloso, exótico; lo único que sabía era que tenía que ver con México y con el arte”, dice 81 años después de que Leonora Carrington dejara su casa en Lancashire, Inglaterra, para fugarse con Max Ernst.
Hasta que rondaba los 40 años de edad, Moorhead se enteró por azar de que su prima era una artista de renombre: una historiadora mexicana la mencionó y se enteró de que eran parientes. “Al principio fue una conmoción”, declara en entrevista con MILENIO en el Museo de Arte Moderno, donde se presenta
En LeonoraCarrington.Una vidasurrealista (Turner, 2017), Moorhead recorre ese terreno con acuciosidad y mucho amor, producto de largas conversaciones con su prima durante varias visitas a Ciudad de México entre 2006 y 2010, un año antes de su muerte. “Soy una biógrafa accidental de ella”, advierte la periodista, quien solo quería conocer a quien su familia había condenado al olvido, y acabó por revivir con ella su relación con los surrealistas, su internamiento en un hospital psiquiátrico en España, sus penalidades durante la Segunda Guerra Mundial, su matrimonio con Renato Leduc, su llegada a México, su estancia en Nueva York y otros episodios fascinantes, además de sus ideas estéticas. ¿Era difícil que hablara del pasado? No era difícil. Cuando la conocí estaba a finales de sus años 80 y se estaba volviendo famosa, así que mucha gente quería hablar con ella y oír su historia. Yo esperaba escucharla y, a cambio, le podía contar sobre nuestra familia. Había primos y tíos sobre quienes hablar. Su historia familiar se detuvo más o menos en 1937, así que no fue difícil hacerla hablar, porque yo le daba algo al tiempo que recibía de ella. Nunca le hizo el juego a nadie para ser famosa. No, fue lo contrario a toda esa gente, artista o lo que sea, que, por el reconocimiento, hace cosas más allá de su actividad. Ella seguía el dicho “zapatero a tus zapatos”. Hacía eso todo el tiempo. Es más, siempre iba en sentido contrario. Tiene muchos seguidores, especialmente jóvenes. ¿Por qué les fascina Leonora? Creo que esto se debe a que estaba muy adelantada a su tiempo en temas que son muy actuales entre los jóvenes. Pienso en el feminismo, la igualdad, las protestas y otras cuestiones en las que ella se involucró en los años 40. Ha sobrevivido por su obra, pero también porque sus ideas hablan a través de generaciones. Era una persona atemporal: nunca pensé en ella como en una anciana y creo que nadie la consideraba así. Relata las vicisitudes de su vida, obligada a tomar decisiones difíciles con tal de vivir para su arte. “Estaba muy adelantada a su tiempo en temas que son muy actuales entre los jóvenes” “Su mundo no se había hecho más pequeño en su mente, ahí seguían ocurriendo cosas” Siempre buscó ser fiel a sí misma, así que tomó decisiones muy difíciles. Aunque, no creo que para ella fueran tan difíciles, porque solo había un camino. Podría haberse quedado en Inglaterra y ser una mujer rica, pero para ella habría sido una decisión difícil. Leonora vivió su vida a su modo. Ser fiel a sí misma y vivir su destino es todavía algo inusual en nuestros días para una mujer. ¿Cómo recuerda sus charlas? Me encantaba estar con ella. Casi no salíamos porque su casa era su universo; sospecho que siempre fue así porque vivió allí durante muchas décadas. Cuando la conocí ya era mayor, y ya sabes cómo es la gente cuando envejece; pero, en su caso, su mundo no se había hecho más pequeño en su mente, porque ahí seguían ocurriendo muchas cosas, aunque sí en el sentido físico. Siempre supe que lo más importante de esta experiencia fue el tiempo que pasé con ella, porque aunque me han ocurrido cosas maravillosas desde que murió, no se comparan con lo importante que fue conocerla: ella abrió mi mundo.