El giro de AMLO
La esencia de la democracia es la coexistencia de la diferencia, nada más lejano de López Obrador; con la ventaja que tiene, ningún candidato arriesgaría a un cambio, pero él sí porque su aspiración excede en mucho a la de ganar la elección
AMLO de siempre ha dicho y se ha esmerado por acreditar que no es un político convencional. Su persistencia es admirable y también su autenticidad. No así, sus ideas, propuestas o visión del mundo. Más ahora, pues siempre ha sido un político de cuidado, mucho más ahora con el poder que pudiera ganar. La esencia de la democracia es la coexistencia de la diferencia. Nada más lejano de Andrés Manuel López Obrador. Con la ventaja que tiene, ningún candidato arriesgaría a un cambio, él sí porque su aspiración excede en mucho a la de ganar la elección. Quiere ganar el poder y esto implica el control de los gobiernos locales, la mayoría en el Congreso y, sobre todo, un mandato para regresar y ahora sí sin límites a la Presidencia Imperial, volver al México de un solo hombre.
El enfrentamiento con los empresarios es un giro calculado; hay quien piensa que es un ataque preventivo, por lo que pudiera ocurrir de aquí a la elección en lo que él llama la
guerra sucia. López Obrador es vulnerable, como lo son todas las personas, en él las pruebas de falta de honestidad cobran mayor factura porque él ha convencido a casi todos de su rigurosa probidad. López Obrador ya se asume presidente y considera que lo será a partir del 1 de julio; una toma del poder por asalto al gobierno que todavía tendría tres meses de gestión. Un golpe de Estado
democrático. Cuando hay causa sancta nada hay por conceder ni a los tiempos ni a las leyes ni a las instituciones.
No es un acto defensivo el de López Obrador, es ofensivo y atiende a su concepción de la política, del poder y de la realidad nacional. Sus enemigos no son los Carlos Salinas, Peña Nieto, los adversarios políticos o los delincuentes que han ensangrentado el país, sus expresiones más severas y despectivas se refieren a los grandes empresarios, los padres y tutores de los corruptos, voraces, los verdaderos usufructuarios del poder, causa de la desgracia nacional y que han empobrecido al pueblo y diezmado el país. Según su prédica, con él empoderado los oprimidos serán reivindicados y llevados al paraíso prometido.
Empero, no son los pobres los que con más entusiasmo y determinación le siguen. Son las clases ascendentes, los egresados de instituciones superiores que descubren que el grado académico no da para mucho. No tienen aprecio por las libertades, porque su frustración se los impide. Su visión coincide con la de López Obrador, es el gobierno el responsable de mi bienestar. Por eso son los que más reniegan y repudian la realidad sin advertir que una deficiente educación básica y el desapego a los valores del trabajo y la superación los ha condenado a un triste presente y peor futuro. En la base electoral de AMLO abundan los fantasiosos de soluciones fáciles y revanchas autoexculpatorias, un movimiento de machos dolidos por su precaria condición de proveedores y ganadores. Por eso las mujeres amas de casa no comparten la prédica del caudillo, ellas saben mejor que todos a lo que conduce la promesa falsa.
El político tabasqueño dice que no habrá persecución, como si la procuración de justicia fuera facultad discrecional del presidente
AMLO superó a El Bronco de 2015 de que todos los problemas han de superarse con “aguacates”, eufemismo propio del machismo que ha sido sustento de neopopulismo de hoy día. En eso Trump y AMLO están más próximos de lo que se advierte. En la oferta de pejelandia para resolver los problemas de inseguridad solo se requiere la reunión temprana con los responsables de la seguridad. Nada más simple y absurdo, pero la sociedad es más propensa a la falaz promesa que a la dura realidad de que llevará muchos años y el esfuerzo de todos o muchos para resolver la inseguridad y muchos de los problemas que enferman al cuerpo nacional.
Por eso no hay demora. Para él, el 1 de julio con él presidente sería el inicio de una nueva y promisoria era, como fue la Independencia, la Reforma o la Revolución. El historiador Paco Ignacio Taibo debiera informarle que nada de eso ocurrió. Los próceres de la Independencia fueron decapitados y sus testas expuestas por años en la alhóndiga de granaditas; que la lucidez y el liberalismo de la Reforma cedió para dar lugar al porfiriato y que la Revolución en su etapa temprana fue fratricida y en la más lejana, autoritaria y ajena al interés popular.
López Obrador ya olió el poder y a eso se debe el giro estratégico. Se siente imbatible y desde ahora, ya que ganó la batalla electoral, hay que ganar la otra, la de las conciencias, la que deje en claro y muestre al enemigo al que promete generosidad y buen trato, pero sin los privilegios y abusos que él da por hecho. Les dice que no habrá persecución, como si la procuración de justicia fuera facultad discrecional del presidente.