DE FERNANDO CORREA
El artista originario de la Ciudad de México participa por cuarta vez con la fundación de su homólogo Sebastian y presenta una exposición individual de pintura, dibujo y gráfica
Artista visual por título y grabador por especialidad, Fernando Correa Arrazola recorre los pasillos de su taller para hablar de
Terra Nostra, título de su exposición, inspirado en la novela del mismo nombre, publicada por el escritor Carlos Fuentes en 1975.
De influencia expresionista y con pasión declarada por el trabajo de Modigliani, el futurista Humberto Boccioni, Jackson Pollock, Mark Rothko, Francesco Clemente y Nino Longobardi, para Correa la terra
nostra en la que vive es un espacio exento de “humanismo y seriedad para llevar a cabo las cosas”, un paisaje desolador teñido de matices grises y figuras deconstruídas en las que la soledad se entreteje con la indiferencia.
“He estado en varios lados y veo en la gente el mismo vacío existencial. No hay ambición creativa”, narra el pintor, egresado de la Escuela Nacional de Pintura y Grabado “La Esmeralda” y explica que la temática de su obra ha sido, con anterioridad, una combinación entre lo visceral y la apertura de emociones, pero se ha transformado desde hace cinco años en una exploración por las profundidades del desazón y la incertidumbre que ve reflejados en la sociedad.
Sus largos paseos por la capital de México le impregnan a diario de experiencias que dan rienda suelta a su imaginación para crear las series que ahora conforman Terra
Nostra, colección de 80 piezas que combinan diferentes tamaños y materiales que van desde el óleo y la aguada hasta el acrílico, el grabado y técnicas mixtas.
“Aparentemente es sencillo, pero no acabas con el tema, te va dando más, te va sugiriendo. La misma técnica, los pinceles, te proyectan hacia otro espacio”, explica Fernando y continúa: “Es en los suburbios o alrededor del Centro Histórico, como las calles de Morelos o Artículo 123 y toda esa zona, en donde veo una interacción muy desolada entre el espacio y la gente, vienen y van rápido, no hay sabor por la vida. Me gusta caminar, ir y venir, de alguna manera uno se impregna de eso”.
Los colores sepias, amarillos, azules y ocres, así como las tonalidades que van del blanco más puro a un negro intenso, más las pantallas y el polvo de mármol con los que crea la textura física y visual de sus obras son los vehículos que conducen las pinceladas de Fernando Correa por los lienzos que construyen su arsenal artístico (incluido el de la exposición Terra Nostra), material que comenzó a acumularse a temprana edad cuando descubrió en la pintura una herramienta que lo “ha ubicado como ser humano” en el espacio donde le ha tocado desarrollarse, declara Correa Arrazola al rememorar sus inicios en la profesión que eligió y vuelve a su experiencia con el arte: “Es un lujo, te enseña a ver la vida de otra manera, te sensibiliza y es a veces angustiante, extrema, fuerte, pero te da muchas satisfacciones… me ha hecho madurar, ser reflexivo y me promueve a seguir trabajando. Finalmente soy yo tratando de explicar algo”.
Acerca del proceso creativo en el que a diario se sumerge Fernando, quien ha participado, entre otras muestras, en la Primera Bienal Internacional de Grabado José Guadalupe Posada y en la XVI Bienal Internacional de Pintura Rufino Tamayo, contesta que “es muy difícil de describir, porque cuando uno se enfrenta a la hoja en blanco es una incertidumbre, pues aunque haya una idea previa de lo que se va a trabajar, de repente entras en un maremágnum (de emociones) que solo se detiene cuando reaccionas, te retiras de la obra para analizar el trabajo y dices: ¿cómo lo hice? Escogí esta carrera porque te jala, te lleva, te mete, te quita. Hay veces en las que no puedes dormir porque estás divagando en cómo no pudiste resolver un trabajo y buscas la forma de proponerlo otra vez. A veces solito se da y lo vas controlando. La gente piensa que solo llegas y sale, pero no, tienes que considerar muchas cosas, incluso tu sueño, tu ayuno, lo que lees, la música que escuchas, la gente con la que convives y el humor que sientes”.
Tras su paso por Nueva York al estudiar un año en el Taller de Grabado Bob Blackburn Workshop y residir tres meses en Segovia, España, Fernando admite que es la Ciudad de México el lugar donde se siente más cómodo para desarrollarse como artista y entre sus anécdotas por los barrios de NY y sus paseos por los museos Reina Sofía y Del Prado, surge una historia que pudo llevar a Correa por otros lares: “Un día tratamos de hacer una banda de rock, pero resulta que había mucha gente que no le daba tanta importancia, entonces como no puedes depender de ello, me quedé con lo que solo depende de mí, la pintura”.
Sentado junto a un escritorio que mantiene numerosos trabajos hechos con tinta y acuarela, el artista extiende hacia mí una invitación para la exposición que se inaugura hoy a las 19 horas, en la Fundación Sebastian AC, ubicada en Avenida Patriotismo #304, colonia San Pedro de los Pinos, de la CdMx. Del tríptico resaltan las pinturas que comprenden la muestra, una pequeña semblanza de Correa y una obra del poeta Armando González Torres, incluida en el libro Laconversación
ortodoxa (Aldus, 1996), poema con el que el artista se identificó para crear Terra Nostra. A veces se hace de noche y uno se encuentra con el propio rostro preso de los espejismos del amor a las figuras Se encuentra con el “vivo dolor de uno mismo” ensimismado en las canciones de amor esperando que den las doce para luego esperar la una y esperar el sueño Hace tiempo que uno se acostumbró a escapar del dolor mediante el sueño y el insomnio es insoportable con su dragón de tedio Uno conoce entonces su digestión su triste resistencia a la bazofia sus líquidos, sus entrañas sus propias pobres vísceras.