¿Quién compite contra Obrador en Morena?
Con eso de que Obrador va arriba en las encuestas, la elección interna del candidato presidencial de los otros partidos se ha vuelto un asunto muy peliagudo: ¿quién podría desafiar al glorificado competidor para que, llegada la hora de la verdad, México no caiga en manos de un populista intolerante? ¿Quién tiene los tamaños? ¿Margarita? ¿Ricardo? ¿Aurelio? ¿Miguel Ángel?
En este país, como los politicastros no han logrado ponerse de acuerdo para instaurar una segunda vuelta en el proceso electoral, la presidencia de la República la puede ganar el individuo de la especie que haya consumado el inmarcesible logro de alcanzar apenas 30 por cien de los sufragios. O sea, que nuestro siguiente primer mandatario gobernará con las dos terceras partes de la población en contra suya. Será otro Enrique Peña, vamos, aunque ninguno de los aspirantes quiera todavía enterarse de cómo le irán las cosas cuando se apoltrone en La Silla.
Pero, justamente por esto, por lo de que aquí se gana con el beneplácito de una raquítica minoría, es que la designación del concursante se vuelve un tema tan absolutamente neurálgico en una competencia donde, encima, uno de los participantes no sólo se auto designó con muy ventajosa antelación, gracias a la total disposición de sus correligionarios para ni siquiera balbucear que pretenden competir con él (¿sí les queda bien claro a ustedes, amables lectores, que el proceso doméstico de selección de Morena será una reedición de las prácticas del PRI de los años 70?), sino que lleva una eternidad, lo que se dice una eternidad, en campaña.
Naturalmente, a los inquisidores del Instituto Nacional Electoral los ha tenido lo suficientemente acojonados como para que no se atrevan los señores a aplicarle la multa suprema que cualquier otro común mortal merecería: la mera perspectiva de que el infractor se pudiere presentar como el gran perseguido de un «sistema» instaurado para salvaguardar los intereses de la «mafia en el poder» les resulta tan aterradora que han consentido, durante años enteros, que el líder máximo nos triture a todos los ciudadanos con sus propagandas.
Los otros aspirantes, mientras tanto, deberán sujetarse a una voluntad superior (en el caso de ese mentado PRI, a estas alturas todavía) o, en lo que toca a los blanquiazules, a una complicada competencia entre pares. En la línea de salida terminarán por encontrarse todos juntos en algún momento. Pero, cuando eso ocurra, la ventaja del prócer ungido será una piedra en el zapato de los otros. Y, todavía ni sabemos quiénes son…