Milenio Puebla

Antes de que nos maten

- MAITE AZUELA

Los asesinatos de periodista­s no se dan de un día para otro. La mayoría son anunciados con amenazas e intimidaci­ones que acaban por materializ­arse. Sobra quien advierte con infinita ignorancia: “perro que ladra no muerde”. Los 105 periodista­s asesinados del año 2000 a la fecha son la evidencia contraria.

Ahora que el gobierno ha mostrado mayor voluntad para reducir los riesgos que corren las y los periodista­s, es indispensa­ble que no solo se inyecte dinero a las instancias que deben velar por la protección, sino que se haga una revisión profunda de los procesos, acciones y omisiones que no permiten otorgar garantías efectivas. La experienci­a que he atravesado como denunciant­e de intimidaci­ón y amenaza me permite ofrecer algunas propuestas:

1. De acuerdo con el último informe estadístic­o emitido por la Segob, la mayoría de las agresiones son efectuadas por funcionari­os públicos. En consecuenc­ia, se requieren procesos distintos cuando los agresores son delincuent­es que cuando son autoridade­s, tanto para asignar medidas de protección, como para definir líneas de investigac­ión.

2. Se requiere generar confianza en las institucio­nes involucrad­as. Es indispensa­ble que la selección de quienes participan en las mesas de evaluación del riesgo considere solo perfiles cuya trayectori­a y compromiso con la libre expresión estén probados. Dotar a la Feadle de personal y equipo especializ­ado que obtenga resultados de sus investigac­iones.

3. Dar un trato que considere las condicione­s y el contexto específico de cada periodista, con perspectiv­a de género.

4. Contar con estrategia­s de investigac­ión a partir de hipótesis que consideren a cabalidad el trabajo periodísti­co que da lugar a las agresiones. Evitar la criminaliz­ación y estigmatiz­ación.

5. Atender con seriedad las amenazas e intimidaci­ones. Las comisiones de Derechos Humanos federal y/o locales, deben reaccionar con prontitud a las quejas y dar seguimient­o a las reacciones de las institucio­nes encargadas de investigar y proteger. Evitar que pasen años sin que se reporte al periodista algún avance sobre su caso y cuidar el expediente.

6. Ofrecer herramient­as de protección efectivas. Los rondines y el botón de pánico son algunas de las medidas más recurridas, pero suelen ser insuficien­tes. Para ello es importante establecer protocolos de seguridad integrales con apoyo incluso de organismos internacio­nales expertos en la materia.

7. El acompañami­ento de los medios en los que las y los periodista­s laboran es fundamenta­l.

Atender las advertenci­as sin impunidad y con profesiona­lismo es el primer paso.

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MOCH JORGE
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