La democracia no es binaria
Para que el respetable público entienda las cosas a la primera, sin exigirle mayores esfuerzos, lo mejor es plantearle las cosas en blanco y negro. O sea, ponérselas de manera binaria, como dice Federico Berrueto en su estupendo artículo del pasado domingo. Es justo lo que hace el presidente de la República al soltarnos cotidianamente sus categorizaciones de la realidad: divide el campo
de batalla en dos bandos de mexicanos obligadamente irreconciliables y, por ello mismo, condenados no sólo a no entenderse el día de hoy sino, de plano, a odiarse por decenios enteros.
Naturalmente, ahí estaban los canallas de la “mafia del poder”, dedicados a saquear impune y desvergonzadamente, vaya que sí. La tal “estafa maestra” fue una infame maniobra, una de tantas. Y Pemex está como está porque así la dejaron los últimos gobernantes de este país a la gran empresa petrolífera nacional. Pero quienes escriben artículos críticos, quienes expresan su inquietud por la posible deriva autoritaria del actual régimen, quienes temen que nuestra imperfecta democracia se trasmute en un remedo del antiguo régimen priista, quienes rechazan el retorno del presidencialismo imperial y quienes reconocen, a pesar de todos los pesares, los innegables avances de nuestro sistema político acontecidos en los últimos años no están necesariamente hermanados con aquellos miserables, ni mucho menos. No son enemigos ni adversarios ni traidores ni corruptos ni cómplices de nadie sino meros dueños, en tanto que individuos soberanos, de una facultad. ¿Cuál? La de ejercer abiertamente el pensamiento crítico.
Disentir no es traicionar. Discrepar no es conspirar. El descontento no es monopolio de una sola clase social, la de los más desposeídos, sino que puede brotar espontáneamente y con toda legitimidad en cualquier sector de la sociedad, por las razones que fueren. Y México, a pesar de las posibles deudas históricas que pueda llevar sobre los hombros, no es una nación uniforme por decreto. Es un gran mosaico de diversidad, desigual, heterogéneo y discordante en el que todas las ideas y todas las tendencias deben estar representadas. No se puede reducir tan compleja condición a un asunto de pobres contra ricos. En una democracia todos cuentan, ¿no?
El descontento no es monopolio de una sola clase social