Comida rápida
Si alguien sabe ahora que las cosas no resultan siempre como uno espera es Jamie Oliver. El chef británico que lleva años haciendo diablura y media en las cocinas ha preparado sus platillos desnudo, ha invitado a destacadas celebridades a cocinar a su lado, ha viajado por Europa y Estados Unidos con una cocina móvil montada en una vagoneta preparando versiones personales de las gastronomías locales y por si fuera poco se ha peleado con muchos por sus criterios audaces en los fogones.
Se entiende que a menudo sea visto con desconfianza cuando se aparece de pronto para emprender versiones provocadoras de comidas de rancio pasado. Ha intentado así enseñar a los italianos a preparar espaguetis a su modo, a los españoles a cocinar la paella, a los alemanes carnes, salchichas y papas y a los gringos a preparar hamburguesas y hotdogs. Con mucha frecuencia ha recogido elogios entre los comensales, pero también ha recibido una que otra mentada.
Los más indignados con sus malabares gastronómicos son los españoles. Tanto que en la península ibérica resuenan todavía los gritos y sombrerazos que levantaron sus empeños en agregar chorizo al alimento más conocido de los hispanos. Y lo peor: Jamie nunca dio su brazo a torcer y sigue agregando hasta la fecha este polémico ingrediente.
Moviéndose en las cocinas desde los siete años, juvenil, chacotero, burlón y a veces muy divertido mientras prepara sus guisos, Jamie es autor de una veintena de libro de cocina, uno de ellos a la cabeza de la lista de los más vendidos, ha cocinado para las más destacadas figuras del gobierno británico y es una figura muy popular en la televisión, donde ha encabezado una docena de series de tema gastronómico y promueve con sus recetas el consumo de productos saludables, sobre todo entre los menores.
Al chef británico poco le ha interesado en todos estos años acumular premios y reconocimientos, incluidas las estrellas Michelin que premian la labor de los mejores cocineros del mundo. Ha puesto más bien toda su energía en la construcción de una enorme red de restaurantes que lleva su nombre y su prestigio. Ha llegado a dirigir así la actividad de unos 70 restaurantes dentro y fuera de Gran Bretaña.
Pero hoy día los tiempos de prosperidad parecen irse al fondo de un pozo oscuro y profundo al que nadie le encuentra sentido, incluido el celebrado cocinero. Apabullado por las deudas millonarias, Jamie acaba de declararse en quiebra y ha anunciado el cierre inmediato de 25 de sus establecimientos mientras espera la venta de otros. La decisión, considerada por el propio cocinero como triste y dolorosa, ha dejado en la calle a mil 300 de sus empleados que han recibido en lo inmediato las disculpas y la solidaridad de su ex patrón.
Oliver no lo dice, pero es evidente que perdió la pelea frente a la comida rápida. Le ganaron los malos hábitos alimenticios.
Es evidente que perdió la pelea frente a la comida rápida. Le ganaron los malos hábitos alimenticios