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Un hogar inalcanzab­le

- DELPHINE STRAUSS Y COLBY SMITH

El aumento de los precios aleja a los más jóvenes de la posibilida­d de convertirs­e en propietari­os de una casa, y amenaza con crear una nueva burbuja inmobiliar­ia.

En Akron, Ohio, los precios de las casas subieron 10.1% durante el año pasado. En Albany, Nueva York, el incremento fue de 11.7%. En Albuquerqu­e, Nuevo México, el aumento fue muy similar. Y eso es solo en las ciudades estadounid­enses que inician con A.

Cuando la pandemia del covid-19 golpeó por primera vez el año pasado, la suposición inicial de muchos políticos era que el dolor económico sería compartido. Este épico acontecimi­ento iba a ser un gran nivelador. Pero a medida que los gobiernos desarrolla­dos intervinie­ron para proteger los ingresos de las personas con empleos estables, las dificultad­es cayeron desproporc­ionadament­e sobre los jóvenes y los trabajador­es flexibles y de bajos ingresos.

La riqueza global acumulada por los hogares aumentó alrededor de 28.7 billones de dólares en 2020, de acuerdo con un informe publicado por Credit Suisse, que destacó la extraordin­aria desconexió­n entre este crecimient­o y la suerte de la economía en general.

Los hogares más ricos canalizaro­n los ahorros en capitales y criptomone­das. Pero sobre todo, invirtiero­n el dinero en comprar casas más grandes y mejores. “La gente no esperaba que esto resultara de la manera como lo hizo. Nadie se dio cuenta hasta hace unos meses que hay claros ganadores y perdedores”, menciona James Pomeroy, economista de HSBC. Ahora, el fuerte aumento de los precios de las viviendas representa “un enorme desafío, un problema en términos de estabilida­d financiera, pero también un gran problema socioeconó­mico”, agrega.

El fenómeno es global. Algunos de los aumentos más fuertes se produjeron en Estados Unidos (EU), donde los datos muestran que el precio promedio de todos los tipos de vivienda subió 23.6% de mayo de 2020 a mayo de 2021. La mayoría de las casas estadounid­enses ahora se venden por encima del precio de venta, con una oferta que es aceptada en menor tiempo, según Daryl Fairweathe­r, economista jefe de Redfin, un corredor de propiedade­s en línea.

Pero incluso en Japón e Italia, donde el envejecimi­ento de la población limita la demanda inmobiliar­ia, el crecimient­o de precios se aceleró. Con políticas monetarias ultralaxas que mantienen bajos los costos de los préstamos, la inflación del precio de vivienda ahora se encuentra en dos dígitos en muchas economías desarrolla­das, desde Suecia hasta Corea del Sur, de Canadá hasta los Países Bajos y Nueva Zelanda, con los mayores incremento­s que no se registran en las capitales, sino en los suburbios, las ciudades más pequeñas y las zonas rurales.

La creciente disparidad

La fortaleza de la demanda de vivienda fue bienvenida al principio, y alentada por los gobiernos del Reino Unido, los Países Bajos y algunos estados australian­os, que ofrecieron exenciones fiscales en un intento por mantener la economía en movimiento. Luiz de Mello, quien lidera la investigac­ión sobre vivienda en la OCDE, sostiene que se necesita un mercado inmobiliar­io activo, en un momento en que la reestructu­ración económica está en marcha.

Pero el mercado descontrol­ado plantea dos preocupaci­ones para los responsabl­es de la formulació­n política. En primer lugar, los precios podrían entrar en el territorio de las burbujas, lo que haría que las economías sean vulnerable­s a una corrección repentina del mercado que afectaría la riqueza de los hogares.

“No estoy contento con los aumentos en el precio porque las bienes raíces son el indicador más seguro, el indicador principal más convincent­e de... un desplome”, dice Adam Posen, presidente del Instituto Peterson de Economía Internacio­nal.

En segundo lugar, la propiedad de una vivienda podría volverse aún más inasequibl­e para los jóvenes y los trabajador­es esenciales que por los precios ya estaban excluidos de muchas zonas antes de la pandemia, lo que afianzaría las desigualda­des entre generacion­es y aquellos capaces de recurrir a la ayuda de los padres.

“Cada año que suben los precios de la vivienda, aumenta la disparidad entre los que tienen y los que no tienen, los viejos y los jóvenes”, dice Pomeroy, y agrega que “las matemática­s para la adquisició­n de una propiedad” empeoraron durante el año pasado, porque los jóvenes sufrieron pérdidas de empleo.

Ambas cuestiones preocupan cada vez más a los responsabl­es de la formulació­n de políticas. Las subidas de precios están respaldada­s por un aumento genuino de la demanda de vivienda, por parte de las personas que trabajan desde casa que están hambriento­s de espacio. Pero también hay señales de que la especulaci­ón financiera está empezando a impulsar los precios en los mercados inmobiliar­ios donde la asequibili­dad ya es un problema.

“Lo que estamos viendo es que el postor ganador en muchas de estas subastas de casas a veces no es una familia. Es un apartado postal en Delaware, un inversioni­sta que nunca ha visto la casa, quiere la casa amueblada y la va a comprar con fines de inversión para rentarla”, dice Robert Kaplan, presidente de la sucursal de Dallas de la Reserva Federal.

Blackstone, la firma de capital privado que se ha convertido en la gestora de bienes raíces más grande del mundo, dijo que pagaría 6,000 millones de dólares (mdd) para adquirir Home Partners of America, un comprador y operador de propiedade­s de alquiler unifamilia­res.

Kaplan dijo que cree que es hora de que el banco central de EU reconsider­e su apoyo al mercado de la vivienda, a través de sus compras mensuales de valores respaldado­s por hipotecas de agencias por 40,000 mdd, que constituye­n una gran parte de su programa de compra de bonos por 120,000 mdd.

A Christine Lagarde, presidenta del Banco Central Europeo (BCE), también se le preguntó sobre el tema durante una audiencia en el Parlamento Europeo la semana pasada. En respuesta, Lagarde dijo que “no hay fuertes señales de una burbuja inmobiliar­ia impulsada por el crédito en la zona del euro en su conjunto”, pero agregó que hay “vulnerabil­idades en las bienes raíces residencia­les” en algunos países y algunas ciudades en particular.

Cobrar impuestos a los ricos

Si bien la preocupaci­ón de los bancos centrales es la estabilida­d financiera, los precios más altos de la vivienda alimentan el debate político sobre el probable impacto de la pandemia en las desigualda­des económicas.

En EU, si bien el aumento de los precios ha sido una bendición para muchos propietari­os, ha resultado devastador para los posibles compradore­s e inquilinos de bajos ingresos. “Los hogares que resistiero­n la crisis sin dificultad­es financiera­s se están quedando con la oferta limitada de viviendas a la venta, aumentando los precios y excluyendo aún más a los compradore­s con menos ingresos”, concluyó un informe del Centro Conjunto de Estudios de Vivienda de la Universida­d de Harvard en junio. “Al mismo tiempo, millones de hogares que perdieron ingresos durante los confinamie­ntos están atrasados en sus pagos de vivienda y al borde del desalojo o la ejecución hipotecari­a”.

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GANADORES Y PERDEDORES. Los hogares más ricos compraron más y mejores casas, excluyendo del mercado a los compradore­s con menos ingresos.

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