Milenio Laguna

Perdura el arte sacro en Durango

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Para el cronista de la ciudad, Javier Guerrero Romero, Durango al ser la capital de la Nueva Vizcaya, tuvo flujo comercial y político, por lo que la ciudad estuvo en contacto con los pintores más reconocido­s en la época de la conquista.

“La ciudad de Durango, políticame­nte hablando, se le ha calificado de muy conservado­ra, que somos una sociedad conservado­ra. Y lo somos, si consideram­os que de los 458 años de vida de la ciudad, fueron 114 años de depender del obispado, dependíamo­s de que el obispo estuviera aquí.

Los canteros

El arte sacro en los panteones varió de manera sustancial con Cristóbal Jara y Agapito Medina, como canteros, trabajaron en camposanto­s y en la catedral misma, dijo Alonso Martínez, historiado­r local.

Desde finales del siglo XVIII, por órdenes reales, se establiera­n cementerio­s alejados de la ciudad. Y se estableció primero el panteón de Santana. Que lo edifica Gabriel de Olivares, y todavía en periodo del clasicismo. En ese periodo, vienen a trabajar dos figuras muy importante­s, en Durango: Cristóbal Jara y Agapito Medina, como canteros. Ellos edifican las nuevas ábsides de la catedral.

Fue cuando en la ciudad se plasmó de una manera distinta al barroco, porque lo que se planteaba era la salvación y que el cuerpo fuera entregado a los espacios sagrados como la catedral, la iglesia de San Agustín, Analco, y el Templo de San Francisco y Santa Ana. Y San Juan de Dios.

Durante la segunda mitad del siglo XIX, se proyectan obras como las de Aniceto Meraz, que trabaja la cantera rosa. Y la proyección de la familia Montoya, que entra ya en un primer momento, Miguel, Matías y Benigno como canteros.

Fuente: Javier Guerrero Romero, cronista de la ciudad de Durango; Alonso Martínez, historiado­r.

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