Aislada por coronavirus, comparte su experiencia
Torreón. Gabriela, de 47 años de edad, sabe que su historia de vida ha quedado marcada por un antes y un después del covid-19
Gabriela es una de las personas que ha sido diagnosticada como paciente covid-19 en medio de un preocupante pico de contagios en Torreón. Tiene 47 años de edad, permanece en aislamiento domiciliario, el resto de su familia está también confinada bajo sospecha, y sabe que su vida entró en un antes y un después del coronavirus.
Intempestivamente empezó a sentirse decaída, pensó en un resfriado, quizás en depresión por el encierro en casa, pero el foco de alerta encendió cuando su marido se quejó del intenso olor de un plumón cuando ambos estaban en el comedor y ella ni siquiera lo notó. ‘No huele a nada’, exclamó; luego de mirar los ojos desorbitados de su esposo sospechó lo que sucedía y de inmediato se aisló en una habitación.
Mamá de una niña de 7 años y de un joven que recién cumplió la mayoría de edad, se alarmó por la posibilidad de iniciar un contagio en casa. ¿Qué hago? ¿Debo ir a hacerme la prueba, pero cómo se hace, será que debo llamar antes? ¿Me cubro por completo y me subo al auto? ¿Cuánto me va a costar?, fueron algunas de las preguntas que la taladraban con la misma intensidad que los dolores de cabeza.
Protocolos y más protocolos
Esa pérdida de olfato sucedió un lunes, al día siguiente a las 10:30 horas tenía cita en la Facultad de Medicina de Torreón, se enteró entonces que había que llenar un formulario e ir en auto, no podía ser la conductora sino la pasajera, debía ir acompañada sólo por una persona, no era posible llevar encendido el aire acondicionado del auto, ni las ventanillas abajo, y no descendería del vehículo ya que, en el momento necesario bajaría la ventanilla y se realizaría la toma de muestra.
El resultado se conoció la noche de ese mismo día, había sido un martes estresante y con mucho dolor. Un folio le dio acceso a un portal electrónico y se enteró que era positiva a SARSCoV-2. Arrancó una tormenta de llanto que provenía del miedo de perder la vida, del terror de dejar a sus hijos sin madre, de la angustia de pensar en haber contagiado a sus hijos o a su esposo, del dolor mismo de sentir físicamente que su cabeza era taladrada.
“En esto el estado anímico tiene mucho que ver, cuanto más aterrada estaba peor físicamente me sentía, fueron unos dolores de cabeza espantosos”. Gabriela poco a poco fue regresando a la calma, reflexionó que no tenía un solo síntoma respiratorio, no era hipertensa, ni diabética, el pronóstico era favorable; de lo mejor ante lo peor sacó la fuerza para tomar las cosas con mejor ánimo.
¿Qué sigue?
En ese cuarto de taller que ahora es su habitación hay que desinfectar todo, el baño que usa