a verdad, como la mayoría de los mexicanos, ya no me acordaba de Luis Videgaray pues, hombre previsor y al ver la madriza que le iban a poner a su plan maestro de mantener al PRI en el poder, desapareció de la escena pública y se concentró en las negociaciones del TLC. Por eso no me acordaba de que fuera un tipo tan elegante y fino como para celebrar el acuerdo con Estados Unidos después de meses de infinitos culebrones financieros dignos de La casa de las flores (hasta Ildeponcho Guajardo parecía entafilado) y al mismo tiempo pintarle violines a Canadá ahora que quedó un mucho fuera de los acuerdos. Fue bonito cómo el canciller rompió todos los protocolos diplomáticos para prácticamente hacerle la Roqueseñal o la Britneyseñal a Justin Trudeau, que se quedó más solo que Damián Zepeda cuando por autoproclamación dejó la presidencia del PAN para quedarse con la coordinación de los tres
diputeibols blanquiazules en un gesto muy democrático que lo hace ver como el Maduro de Acción Nacional. Todos lo criticaron, menos quienes agarraron hueso gracias a su insólita persona. En ese sentido, llama la atención que el mismísimo Gustavo Madero reconociera en un tuit que quienes habían confiado en Ricardo Anaya, el domador de Zepeda, habían sido traicionados; y uno se pregunta si
Ricky Ricón ya le había jugado muy chueco desde hace mucho —él lo inventó en un arrebato Frankenstein—, ¿por qué volvió a confiar en él? No hay peor ciego que el que no quiere ver.
Como quiera que sea, los canadienses se quedaron con un palmo de narices. Pero no necesariamente porque mexicanos y gringos les hayan dado esquinazo dejándolos en una encrucijada negociadora, sino por la manera en que Donald Trump terminó su conversación con mi Licenciado Peña: “Ahí me saluda al presidente electo”. Sabían que el hombre podía ser malvado, pero no tanto. Ahí sí dolió.
Con todo lo que cuidó Canadá a Napito Gómez Urrutia durante su exilio dorado y así le pagan a Trudeau. No se vale. El líder minero ya se registró como senador morenista: a ver si se comporta como en Pasta de Conchos o por primera vez se pone a trabajar después de tanto tiempo de dormirse en sus dudosos laureles. Conque empezara dándose un quién vive, máscara contra máscara, con Javier Lozano, su acérrimo enemigo, estaría chido. Mejor que el de Catémoc Blanco contra el nada grato de Graco, a quien ya le está llegando su hora. Si se pasa de lanza se lo regresamos a Justin para que lo trate como a las focas.