Incógnitas
A10 días de la elección, no obstante la existencia de ciertos consensos sobre las preferencias electorales de los candidatos presidenciales —la amplia ventaja de López Obrador, Anaya en segundo y Meade en tercero—, aún persisten varias incógnitas que tienen que ver tanto con el resultado de la contienda como con las condiciones de gobernabilidad del país posteriores a la elección.
En primer lugar, aunque se da casi por descontado el triunfo de AMLO, se desconoce el monto real de su respaldo electoral y la ventaja con respecto a sus adversarios. Las encuestas ubican al tabasqueño con más de 40 por ciento de intenciones de voto y algunas lo sitúan por encima de 50. No es lo mismo ganar con menos o más de la mitad de los votos; el significado político es diferente si triunfa o no con mayoría del electorado. Los últimos tres presidentes no la tuvieron. ¿Aviso del regreso del presidencialismo poderoso?
La segunda incógnita es la ventaja sobre Ricardo Anaya (que se perfila como el segundo lugar y la menor diferencia es de 17 puntos, observada por la encuesta de GEA-ISA, pero otras registran una ventaja hasta de 30 puntos) y José Antonio Meade. Esas mediciones fueron hechas en los primeros días de junio, por lo que en el último mes se pueden alterar, como lo hicieron a lo largo de los 60 primeros días de campaña. El tercer debate pudo haber modificado marginalmente las tendencias; se desconoce si las campañas de varios grupos pidiendo el voto útil en favor del candidato del Frente tendrán algún impacto en el resultado final; si los últimos esfuerzos de la campaña de Meade tienen resultados positivos para el candidato oficial, o si la ventaja del tabasqueño se amplía más. Que el PRI termine con menos de 20 por ciento de los votos será una catástrofe de consecuencias aún poco imaginadas para quien fuera el principal partido político de la historia de México. Mientras más lejos el segundo y tercer lugar, mayor será la crisis de sus partidos y la debilidad de la oposición. Malo para la democracia y la gobernabilidad.
Dos factores más pueden influir en los números finales de la elección presidencial: los eventuales errores de las encuestas. Así como en 2012, prácticamente todas sobreestimaron la ventaja de Peña Nieto sobre López Obrador, también pudiera estar ocurriendo lo mismo en esta ocasión. O que el comportamiento de los electores reales, lo que acudirán a las urnas el 1 de julio, sea diferente de lo que señalan los estudios de opinión. Es decir, no todos los que manifiestan una preferencia en las encuestas irán a las urnas. Puede darse el caso de que seguidores de AMLO piensen que no es necesario ir a votar, ya que su ventaja es abrumadora y prefieran quedarse en casa a ver los partidos del Mundial. Lo mismo puede suceder con los partidarios de Anaya o de Meade. La tercera incógnita es la composición del Congreso. Si AMLO logra la mayoría en ambas cámaras de manera directa, su poder será semejante pero no el mismo, al de los presidentes del PRI en sus mejores épocas. Controlará a su partido y al Legislativo, pero no podrá imponer su voluntad al Judicial y aún tendrá a la mayoría de los gobernadores fuera de su órbita de poder inmediato. Tendrá el presupuesto para poder negociar y a veces doblegarlos, pero no necesariamente todos ni en todos los temas le serán incondicionales. Pero si no obtiene la mayoría de manera directa en ambas cámaras y la tiene que construir mediante acuerdos con legisladores de otros partidos, algo tendrá que ceder. Un poquito menos de poder.
Finalmente, queda la incógnita del verdadero López Obrador. Siguen las contradicciones ya sea en su discurso o con lo que dicen los miembros de su equipo en temas importantes, como el aeropuerto, la mesura presupuestal, la cancelación de reformas, el respeto y la tolerancia a los críticos, la relación con el sector empresarial. Asuntos que mantienen una enorme incertidumbre sobre el espíritu democrático y la sensatez del eventual próximo presidente del país. Esperemos.
Mientras más lejos el segundo y tercer lugar, mayor será la crisis de sus partidos y la debilidad de la oposición, malo para la democracia y la gobernabilidad