El pueblo soy yo
Trump, Putin, Maduro, Evo Morales, el brexit… No, no han sido los últimos años muy felices para el liberalismo, e incluso, más ampliamente, la democracia. Rifan hoy las personalidades carismáticas, los sal
vapatrias, los caudillos con promesas de redención, de reinvención del mundo; los hombres fuertes con recetas para instaurar la utopía a cambio de unas décadas de poder irrestricto. Rifan, pues, figuras que representan una amenaza para las libertades, como esa de la que nos ha advertido Enrique Krauze desde hace rato: la concentración del poder en una persona.
Historiador, biógrafo del poder, articulista, Krauze es, ante todo, un extraordinario ensayista que combina con tino y gracia la historia, el análisis político, el filosófico y el literario para el debate de ideas y realidades como las que habitan este libro, tristemente actual en tanto atiende a las nuevas formas de la autarquía. En El pueblo
soyyo (Debate, 2018) estudia la devastación venezolana; se asoma a la Cuba posFidel; analiza el auge —por fortuna efímero— de Podemos; retrata a Trump y Samuel Huntington; desmenuza el populismo, que sí existe y es terriblemente destructivo por mucho que prive ahora una especie de revisionismo progresista, además de estudiar la obra de Richard Morse.
Atiende, sobre todo, a México. Este libro incluye su canónico “El mesías tropical”, sobre Andrés Manuel López Obrador. En efecto, la semblanza del líder tabasqueño es, a 12 años de su aparición, vigente, como prueban, de entrada, los torpedeos de sus fieles en redes sociales y medios. Hay ahora un tic ñoño en Twitter: invitarnos a “analizar” su figura sin usar términos como “populismo” y, sobre todo, “mesías”. Ocurrencias. Si los términos les resultan tan exasperantes es porque nacieron fundamentados. Krauze habla con el líder, contrasta su presunto juarismo-cardenismo con sus hechos de gobierno, rastrea sus orígenes en la política, habla de sus figuras tutelares: Garrido Canabal, Pellicer, González Pedrero. El ejercicio es meticuloso, preciso, claro. Y poco alentador. Traza a un hombre que entiende la política como misión, convencido de que las leyes son inferiores a la justicia, y más: un instrumento de dominación. También al hombre arrebatado, explosivo, de quien hay que decir que, en las últimas semanas, se ha reprimido, pero que en realidad no ha atemperado sus esencias: metió, dije antes, el radicalismo en guante de seda. No así muchos de sus seguidores, insultantes sin sedas. Le van a caer encima a Krauze. Pasa cuando publicas un libro notable, necesarísimo, como este.