La vida en rojo
El silencio del gobierno federal es revelador. Habla de un Estado más preocupado en controlar el mensaje que en resolver la crisis de inseguridad que azota al país.
Parece que ya se dieron por vencidos y que ven el problema de la violencia en México como algo que simplemente pueden endosar a la próxima administración. Cuando menos, me parece un mal cálculo electoral.
El mes de octubre fue el más violento del que se tenga registro en las últimas dos décadas con 2 mil 371 casos de homicidio doloso reportados oficialmente y un saldo de 2 mil 764 víctimas. La escala de la violencia ha impactado hasta la expectativa de vida. De acuerdo con un estudio de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA), la violencia recortó hasta siete meses en promedio la vida de los mexicanos.
Octubre representa la cuarta vez en lo que va del año que se rompe el récord mensual de homicidios y es también el mes más violento en lo que va de la administración de Enrique Peña Nieto.
La respuesta del gobierno federal ha sido el silencio. Los responsables de la seguridad nacional no hablan del tema, como si ignorarlo ayudara a resolverlo, o, peor aún, a olvidarlo. Si al principio del sexenio pecaron de ingenuos al minimizar la gravedad del reto que heredaban, al final lo hacen de cinismo al no reconocer la magnitud de su fracaso.
El alza de homicidios se ha extendido a casi todo el país. El 85 por ciento de las entidades registra un incremento de asesinatos; en promedio, 8 de cada 10 mexicanos viven en una entidad en la que la violencia ha aumentado.
De continuar a este ritmo, durante el sexenio de Peña Nieto se habrán registrado más de 100 mil asesinatos. Ahí está el legado del nuevo PRI.