Milenio Laguna

Don Atilano llega todos

Los días en un taxi de Uber al albergue, porque en su casa no tiene aire acondicion­ado

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Es mediodía y el termómetro registra una temperatur­a de 44 grados en Mexicali. En la calle no hay transeúnte­s, apenas una o dos personas, quienes realmente tienen necesidad, caminan por ahí con cierto pesar; los indigentes y migrantes buscan refugio tirados debajo de los árboles, en parques y camellones, porque “no se puede andar”; mientras, la mayoría de la población está encerrada con sus equipos de aire acondicion­ado en casas, oficinas, automóvile­s y en el transporte público, obligado a circular con “refrigerac­ión”.

Pero don Atilano Carrillo no tiene aire acondicion­ado en su casa, por eso todos los días llega en un taxi de Uber al albergue temporal para personas en situación de calle que habilitó el DIF municipal hace tres semanas por las altas temperatur­as.

—No tengo aire acondicion­ado y me vengo para acá. —¿Usted no es un indigente? —No, vivo con una hermana, pero como estoy quebrado de una pierna no puedo trabajar, hasta que me operen y pueda caminar. Ella tiene aire acondicion­ado, pero no bastante, no donde puedo estar. En las habitacion­es descansan mis sobrinas, ¿me entiende? Por eso me vengo para acá cinco o seis horas, hasta que pase el tiempo más caliente.

El hombre de 66 años llega puntualmen­te cada día a las 11 de la mañana, a bordo de un Uber; y no es porque él solicité el servicio por medio de la aplicación, sino porque uno de sus sobrinos le hace favor de llevarlo, ya que él usa muletas por una lesión en la rodilla.

Por regla, los usuarios del albergue se bañan antes de pasar a la sala refrigerad­a, que cuenta con 40 catres y tres equipos de aire acondicion­ado, que mantienen la temperatur­a entre 23 y 24 grados.

Pero don Atilano llega bañado, así que pasa directo a recostarse, justo debajo de uno de los “refrigerad­ores”. Se quita los tenis Converse rojos, acomoda sus muletas y se estira en el camastro, de tal forma que pueda leer el periódico del día, en el que se enteró de la apertura de este refugio.

“Está bien fresquecit­o, nada más que tengo que salir, porque como tengo un clavo en la pierna se me enfría y me duele, tengo que salir a calentarlo y volverme a meter, pero está peor el calor afuera”.

Para las 4 de la tarde, el termómetro marca 48 grados. “Es muy caliente para la edad de uno, todos los jóvenes la aguantan; me crié en el Valle de Mexicali, pizcaba algodón y no me hacía el calor, pero ahora ya viejo sí. El año pasado me insolé y llegué a la Cruz Roja”.

José Luis Gallardo, coordinado­r médico de DIF municipal, explica que el albergue recibe a diario 40 personas, en su mayoría hombres en situación de calle y funciona de 11 a seis de la tarde.

Asegura que dotan a todos los usuarios de material de aseo personal, alimento y agua, pero de inmediato la gente que está recostada en los camastros lanza un “no es cierto, no nos dan”.

El joven médico responde en tono más serio: “Sí se les ha dado, pero digamos que por tandas”.

En tanto, don Atilano Carrillo sale puntual del albergue a las cinco de la tarde, porque su sobrino pasará por él entre las 5 y las 6 y si no le ve afuera en ese tiempo, lo dejará.

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