“No ganamos nada con menospreciar nuestro propio sufrimiento”
En Emmanuel Carrère afianza su talento para narrar historias que imagina o de las que ha sido testigo presencial
Es fundamental. He tenido siempre mucha suerte en mi práctica del periodismo. Comencé en los años 1980, una época muy favorable cuando los periódicos tenían dinero y podían enviar periodistas al otro lado del mundo. Hoy es muy difícil. He podido continuar ejerciéndolo como escritor profesional y espero continuar. El periodismo permite salir de uno mismo y encontrarse con lo inesperado. Tengo la fortuna de trabajar con medios y redactores de confianza que me dan la posibilidad de escribir artículos extensos pues el reportaje necesita espacio. En el fondo, la única diferencia entre escribir un reportaje y un libro es la extensión, a tal punto que reportajes míos se han vuelto libros. Eso ocurrió con Limonov; el reportaje inicial fue como una maqueta para el libro que hice después.
No es nada original lo que le voy a decir, pero veo dos familias de periodistas: una se sitúa en el análisis, la opinión y se ocupa del editorial, la tribuna; la otra va al terreno y se ocupa del reportaje. Yo pertenezco a esta última. No tengo ningún desprecio por la primera familia, es solo que me cuesta formarme una opinión y expresarla. En cambio, me gusta ir a cualquier sitio y ver cómo se encarnan las historias humanas, con sus contradicciones y ambigüedades, y hacer percibir en mi escritura la complejidad de las situaciones. Por ejemplo, sería incapaz de escribir un editorial sobre los migrantes, pero soy capaz de ir a Calais y hacer un largo reportaje. Si algún talento tengo, es el de un narrador y no el de un ensayista que expresa su visión.
Aunque la columna vertebral de mi trabajo sea escribir libros, la escritura de guiones y el periodismo son mis muletas, pues me apoyo en ellos para salir de esos momentos en los que doy vueltas sin encontrar la solución cuando escribo un libro. Los guiones, o filmar películas como también lo he hecho, supone arrancarse de la soledad de la escritura y trabajar con otra gente. Implica obligaciones, exigencias.
Yoga,
Hay algo que sí está a mi alcance: escuchar y hacer escuchar, dar resonancia a lo que me confían. No tengo una verdadera posición política respecto a la migración, no podría decir que deberíamos acoger a miles de personas más o que no podemos recibir a todo el mundo. Insisto, no tengo la posición de un ensayista o de un periodista político. Pero sí sé escuchar a esos jóvenes y tengo la impresión de lograr algo, aunque sea mínimo, al hacerlo. Escuchar los relatos de sus vidas sí cuenta. Además, hay un beneficio secundario: a mí me hace bien. No tengo vergüenza en confesarlo. Cuando uno atraviesa una fase depresiva, la mejor manera de superarla es pensar en los demás y el reportaje es una manera de hacerlo.
Si me hago abogada del diablo, diría que compara lo incomparable.
No comparo el sufrimiento…
Pero en Yoga los pone en relación, al mismo nivel.
Tiene razón. Sin embargo, no ganamos nada con menospreciar nuestro propio sufrimiento y decir que lo que yo vivía es ridículo comparado con lo que ocurre en lugares en guerra o en la travesía del Mediterráneo. El sufrimiento psíquico y el sufrimiento social y político son muy diferentes. Pero el dolor de la depresión es también muy real.
ajenas. De vidas
Para nada son incompatibles. Le puede parecer arrogante de nuevo, pero se lo voy a decir: a través de mis encuentros, a través de mi persona, intento experimentar, entender, lo que significa ser un ser humano y eso incluye el yoga, la depresión, el amor… La razón por la cual tantas cosas que a priori no tienen relación y aparecen en un mismo libro es porque me pasaron a mí, o porque fui testigo. El relato de una experiencia individual permite captar muchísimas cosas en apariencia dispares pero que encuentran su coherencia en torno a una persona.
Es curioso, me doy cuenta con su pregunta, no lo había pensado antes. En realidad, no soy así. Soy más bien alguien autista y la manera en que puedo ir hacia los demás es la escritura. Logro salir de mi ensimismamiento y percibir algo en el otro solo cuando escribo. Siento entonces que puedo crear finalmente un vínculo. Necesito escribir para tener acceso a la empatía, es mi técnica para acceder al otro. No es porque sea empático que escribo, más bien, como no lo soy, escribo para serlo.
¿Diría que tiene buen ojo para encontrar temas interesantes?
Lo único que puedo decir es que estoy de acuerdo con lo que dice. Todo lo que cuento figura ahí porque es verdad. Escuché a ese chico, me conmovió la historia que me pareció real. Cuando se la conté a esa responsable de una ONG, acostumbrada a escuchar las historias de los migrantes, me hizo la observación que menciono en el libro: tal vez sea cierto, pero aparece en todos los relatos que nos cuentan casi tal cual. No quería hacer un discurso virtuoso y suprimir lo que me dijeron en la ONG, porque es incómodo o desagradable. Comoformapartedelacomplejidadde la situación, mi labor como periodista y escritor consiste en contarlo todo.
¿Aunque pueda prestarse a manipulaciones políticas?
Sé que puede ser malinterpretado y utilizarse con fines políticos detestables, pero fue lo que vi. No interpreto nada, y no lo digo para desentenderme o zafarme del problema. Voy a correr el riesgo de nuevo de parecer arrogante y recurrir a una gran figura del periodismo como George Orwell, quien siempre dio cuenta de todo con gran precisión, incluso de lo que no le convenía ideológicamente.
Aunque, pensándolo bien, algo más guía mi trabajo. Cuando preparaba El reino, me interesé en las cuestiones de exégesis y descubrí que existía una cosa formidable para establecer la veracidad en los Evangelios: el criterio de dificultad. Si el autor de un texto relata algo que claramente no le conviene, pues no corresponde con lo que quiere decir, entonces es muy probable que sea cierto. Un ejemplo se encuentra en el Evangelio de san Marcos, que me encanta y del que incluso hice una traducción pues me parece magnífico; es el primero, el más corto y áspero. Según la tradición, Marcos fue el secretario de Pedro, eran muy cercanos y, a pesar de ello, relata cuando, por cobardía, Pedro traiciona a Jesús. Si cuenta algo así que en nada honra a Pedro es muy probable que haya ocurrido de verdad. Le doy otro ejemplo: si en un retrato oficial ve que el tipo tiene una enorme verruga en la cara, casi puede tener la certeza de que es fidedigno. Así hago yo; utilizo el criterio de dificultad en lo que escribo.