Milenio Jalisco

Y Pablo Iglesias volvió a Vallecas

- JORGE BUSTOS

Igual que Arcadi no puede evitar que le caiga simpático Puigdemont, yo no puedo evitar que me caiga simpático Pablo Iglesias. Me gusta la gente valiente, sobre todo cuando está equivocada. Y detesto a los que opinan o actúan solo tras haberse cerciorado de que sus opiniones o actos contarán con el aplauso general. Iglesias se hizo comunista cuando el Muro ya había caído, se puso a combatir a Franco cuando Franco ya había muerto y fundó un partido para impedir la Transición cuando la Transición ya se había hecho. Se refugió en el gobierno de un hombre al que profesa un sincero desprecio intelectua­l y no ha sido capaz de disfrutar de su dulce de generación­en casta cuando no hay nada más fácil en la vida.

El título de macho alfa llena a Iglesias de secreta satisfacci­ón. Así se ve él, un toro bravo que languidecí­a en un tedioso corral llamado Agenda 2030 mientras Sánchez toreaba en plazas de primera. Nunca le agradecerá lo suficiente a Ayuso que le haya brindado la oportunida­d de regresar a la adrenalina del combate, a la épica antifascis­ta y a la venganza doble contra Errejón y contra esos socialtrai­dores entre los que ha sido incapaz de diluirse.

En su vídeo, el guerriller­o de Galapagar recalienta su plato favorito, que es ese cuento tan bonito de la guerra civil que su papá le contaba una y otra vez. Se ve como Durruti marchando sobre un Madrid bombardead­o por Ortega Smith. En una retórica simétrica de la que usa Vox con Moncloa, llama a la derecha “criminal” y al mismo tiempo agiganta a Ayuso, a la que concede la dignidad suprema de enfrentars­e a él.

Al sentirse llamado a filas, el miliciano besa a la fiel esposa y deja a Yolanda Díaz al cuidado de la casa. Y al elegir batalla revela lo que muchos no nos atrevemos a decir para no excitar más la madrileñof­obia: que gobernar Madrid empieza a ser más importante que gobernar España. Esto lo sabe Sánchez y lo sabe Ayuso; el que no lo sabe es don Ángel Gabilondo, y es de una crueldad imperdonab­le arrancarlo de la lectura de Diógenes Laercio para enrolarlo en la madre de todas las campañas contra Ayuso y contra Iglesias a la vez.

Iglesias tiene una casa que pagar y un sueldo en Moncloa que no tenía garantizad­o. Sánchez iba a sacrificar­lo antes de convocar elecciones para vender un giro al centro y se le ha anticipado para garantizar­se una atalaya desde donde seguir cobrando sin dejar de disparar, que es para lo que ha nacido. Nuestro revolucion­ario profesiona­l vuelve a sus orígenes: a Vallecas, donde se levanta la Asamblea de Madrid. Falta saber cómo reciben al hijo pródigo.

Sánchez iba a sacrificar­lo antes de convocar elecciones para vender un giro al centro

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