Y Pablo Iglesias volvió a Vallecas
Igual que Arcadi no puede evitar que le caiga simpático Puigdemont, yo no puedo evitar que me caiga simpático Pablo Iglesias. Me gusta la gente valiente, sobre todo cuando está equivocada. Y detesto a los que opinan o actúan solo tras haberse cerciorado de que sus opiniones o actos contarán con el aplauso general. Iglesias se hizo comunista cuando el Muro ya había caído, se puso a combatir a Franco cuando Franco ya había muerto y fundó un partido para impedir la Transición cuando la Transición ya se había hecho. Se refugió en el gobierno de un hombre al que profesa un sincero desprecio intelectual y no ha sido capaz de disfrutar de su dulce de generaciónen casta cuando no hay nada más fácil en la vida.
El título de macho alfa llena a Iglesias de secreta satisfacción. Así se ve él, un toro bravo que languidecía en un tedioso corral llamado Agenda 2030 mientras Sánchez toreaba en plazas de primera. Nunca le agradecerá lo suficiente a Ayuso que le haya brindado la oportunidad de regresar a la adrenalina del combate, a la épica antifascista y a la venganza doble contra Errejón y contra esos socialtraidores entre los que ha sido incapaz de diluirse.
En su vídeo, el guerrillero de Galapagar recalienta su plato favorito, que es ese cuento tan bonito de la guerra civil que su papá le contaba una y otra vez. Se ve como Durruti marchando sobre un Madrid bombardeado por Ortega Smith. En una retórica simétrica de la que usa Vox con Moncloa, llama a la derecha “criminal” y al mismo tiempo agiganta a Ayuso, a la que concede la dignidad suprema de enfrentarse a él.
Al sentirse llamado a filas, el miliciano besa a la fiel esposa y deja a Yolanda Díaz al cuidado de la casa. Y al elegir batalla revela lo que muchos no nos atrevemos a decir para no excitar más la madrileñofobia: que gobernar Madrid empieza a ser más importante que gobernar España. Esto lo sabe Sánchez y lo sabe Ayuso; el que no lo sabe es don Ángel Gabilondo, y es de una crueldad imperdonable arrancarlo de la lectura de Diógenes Laercio para enrolarlo en la madre de todas las campañas contra Ayuso y contra Iglesias a la vez.
Iglesias tiene una casa que pagar y un sueldo en Moncloa que no tenía garantizado. Sánchez iba a sacrificarlo antes de convocar elecciones para vender un giro al centro y se le ha anticipado para garantizarse una atalaya desde donde seguir cobrando sin dejar de disparar, que es para lo que ha nacido. Nuestro revolucionario profesional vuelve a sus orígenes: a Vallecas, donde se levanta la Asamblea de Madrid. Falta saber cómo reciben al hijo pródigo.
Sánchez iba a sacrificarlo antes de convocar elecciones para vender un giro al centro