“La militancia con poder moldea el discurso que decía detestar”
Hasta en los asuntos más indiscutibles nos sumergimos en el devenir del dogmatismo, la credulidad y la demagogia. Desperdiciamos el tiempo. No hay gran interés en la distancia que permite asimilar errores. Vemos día a día la fascinación por el poder que manda sin gobernar. La defensa más peligrosa de un gobierno no es solo la que éste hace de sí, como la que rezan las caricaturas de la burocracia y quienes se ven parte de él sin serlo.
Así se alimenta la palabra sin consecuencia, la ineptitud política y la sinrazón que tiene prisa para justificar barbaridades: el rifle que no era rifle nunca deja ser una amenaza. Cuando hasta en lo indiscutible un gobierno actúa bajo los cánones de la gratuidad, exhibe sus inconsistencias sobre lo que debe debatirse.
Son complicadas ciertas militancias al hacer sociedades porque las militancias ciegan. Se defiende la militancia o se juzga la realidad por la que querían militar. Para el gobierno militante es más importante defender el caos que generan sus acciones, que el caos existente a su pesar y acrecentado por él. Las militancias prometen política, pero no aseguran política pública al no asumir como sujetos a todos los que un gobierno está obligado.
Vemos militancias que dependen del lenguaje de la división; el control que quiere esconder su desorden. Se hacen talas ambientales. Se minimiza el deslinde de magistrados electorales a los comunicados que publica la presidencia del Tribunal Electoral.
La militancia que ahora tiene poder se ha permitido moldear al discurso que decía detestar, sin siquiera la culpa que llama la decencia. Decencia sería usar el poder para incidir sobre los comportamientos autodestructivos de una sociedad, en lugar de alentarlos cual macho que aprovecha el machismo de la tribu para no tener costos políticos. La manipulación repite las formas del priismo donde la justificación antecede e insulta a quien duda. El juego de esperanzas interminables se convierte en la amplitud equivalente de desesperanzas.
Si frente al desorden, el desdén a la tragedia y a la desesperación queda la militancia, valdrá darse cuenta de que ante la realidad que soñaban modificar ganó el sueño y perdió la modificación de realidad.
Para el gobierno militante es más importante defender el caos que generan sus acciones