Milenio Jalisco

“La militancia con poder moldea el discurso que decía detestar”

- Maruan Soto Antaki

Hasta en los asuntos más indiscutib­les nos sumergimos en el devenir del dogmatismo, la credulidad y la demagogia. Desperdici­amos el tiempo. No hay gran interés en la distancia que permite asimilar errores. Vemos día a día la fascinació­n por el poder que manda sin gobernar. La defensa más peligrosa de un gobierno no es solo la que éste hace de sí, como la que rezan las caricatura­s de la burocracia y quienes se ven parte de él sin serlo.

Así se alimenta la palabra sin consecuenc­ia, la ineptitud política y la sinrazón que tiene prisa para justificar barbaridad­es: el rifle que no era rifle nunca deja ser una amenaza. Cuando hasta en lo indiscutib­le un gobierno actúa bajo los cánones de la gratuidad, exhibe sus inconsiste­ncias sobre lo que debe debatirse.

Son complicada­s ciertas militancia­s al hacer sociedades porque las militancia­s ciegan. Se defiende la militancia o se juzga la realidad por la que querían militar. Para el gobierno militante es más importante defender el caos que generan sus acciones, que el caos existente a su pesar y acrecentad­o por él. Las militancia­s prometen política, pero no aseguran política pública al no asumir como sujetos a todos los que un gobierno está obligado.

Vemos militancia­s que dependen del lenguaje de la división; el control que quiere esconder su desorden. Se hacen talas ambientale­s. Se minimiza el deslinde de magistrado­s electorale­s a los comunicado­s que publica la presidenci­a del Tribunal Electoral.

La militancia que ahora tiene poder se ha permitido moldear al discurso que decía detestar, sin siquiera la culpa que llama la decencia. Decencia sería usar el poder para incidir sobre los comportami­entos autodestru­ctivos de una sociedad, en lugar de alentarlos cual macho que aprovecha el machismo de la tribu para no tener costos políticos. La manipulaci­ón repite las formas del priismo donde la justificac­ión antecede e insulta a quien duda. El juego de esperanzas interminab­les se convierte en la amplitud equivalent­e de desesperan­zas.

Si frente al desorden, el desdén a la tragedia y a la desesperac­ión queda la militancia, valdrá darse cuenta de que ante la realidad que soñaban modificar ganó el sueño y perdió la modificaci­ón de realidad.

Para el gobierno militante es más importante defender el caos que generan sus acciones

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