Filosofía, biología y bioética
La bioética es un saber de fronteras: toda ella es cruce de caminos, convergencia de un área con otra. Pero si tuviéramos que generalizar, o si pudiéramos hacerlo, diría que la gran frontera de la bioética se da entre dos terrenos: las ciencias y las humanidades.
Por ello, los que provenimos de las humanidades nos vemos constantemente obligados a callar y escuchar a la ciencia y viceversa: los científicos también en ocasiones deben hacer lo mismo. De entre todas las ciencias y humanidades que convergen en la bioética, dos me parecen las fundamentales: la biología y la filosofía.
La biología, entendida como las ciencias de la vida, explica en qué consiste cada una de las formas de vida, cómo se da la vida en una planta, cómo se da en un mamífero o en un arácnido. En ese sentido, la biología es cierta forma de ontología de lo vivo: explica lo que es un ente vivo.
Imposible hablar de bioética sin tener presente la biología. Defendemos el valor de la vida de un toro o de un perro, porque gracias a la biología sabemos que Descartes se equivocó: no son seres autómatas, similares a máquinas. La biología nos muestra cuáles son los mecanismos por los que el cuerpo de un mamífero adquiere información de su entorno, cómo la procesa y, por supuesto, en qué medida siente.
No es lo mismo la vida de un mamífero que la vida como se manifiesta en una ameba: la biología explica las diversas formas en que se manifiesta la vida. Con ello, permite que todos podamos comprender su valor. Si la biología mostrara que Descartes tenía razón, la defensa de los animales no tendría sentido alguno.
La biología es la ontología de la bioética: imposible defender la vida (Bios) sin un cierto conocimiento de, al menos, los conocimientos fundamentales de la biología.
Por otro lado, la biología requiere saber filosofía si pretende pensar desde la bioética; comprender qué es un valor, porqué valoramos, cómo podemos ser justos al valorar; crea conceptos como de “antropocentrismo”, “biocentrismo”, “ecocentrismo”, “racismo”, “sexismo” o “especismo”: imposible pensar la bioética sin la filosofía.
De manera explícita o implícita, en la bioética siempre estarán presentes la filosofía y biología.
Si tuviéramos que generalizar, la gran frontera se da entre dos terrenos: ciencias y humanidades