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México, segundo país del mundo con mayor riesgo cardiovascular
Después de China, México es el segundo país del mundo donde la población tiene un mayor riesgo cardiovascular. Una posición poco atractiva que representa un alto costo para las familias y las instituciones de salud mexicanas.
El doctor Abel Pavía López, presidente del Capítulo de Aterosclerosis de la Sociedad Mexicana de Cardiología, explicó que ese perfil de riesgo del mexicano es producto de una combinación de factores: “Influye desde luego la parte genética, pero también otros factores. Específicamente la diferencia en el metabolismo del colesterol. Cuando hay sobrepeso, cuando hay obesidad, se alteran las grasas y la forma de eliminación en el organismo y hacen que otras grasas que también van asociadas, como los triglicéridos, al aumentar también en sangre nos confieran un perfil de riesgo muy diferente al resto de la población del mundo”.
Entrevistado en el marco del XXX Congreso Nacional de Cardiología 2017, donde presentó el libro “Lípidos y aterosclerosis”, Pavía recordó que entre los 52 países miembros de la OCDE, México también ocupa el segundo lugar mundial de personas con obesidad… pero al hacer la comparación diferenciada por género, se tiene que las mujeres mexicanas son las más obesas en esta lista.
El problema no es menor: las enfermedades cardiovasculares son la primera causa de muerte en México, y contrario a lo que sucede en países de Europa y Norteamérica, la tendencia va al alza. Y sin la menor duda los adultos que tienen hoy entre 28 y 49 años, tienen un riesgo mayor que la generación predecesora. “Evidentemente en este contexto, hay una mayor repercusión económica. En el paciente diabético con daño cardiovascular se pierden quince años de vida”, ejemplificó.
Agregó que el colesterol ‘malo’ es el principal factor de riesgo cardiovascular, al reducir el flujo de sangre por las arterias. La aterosclerosis es la acumulación de grasas, colesterol y otras sustancias en las paredes de las arterias que forma una placa y ocasiona la obstrucción de la irrigación sanguínea.
El cardiólogo intervencionista hace en su publicación un recorrido por esta enfermedad, desde la forma en que se evalúa el riesgo cardiovascular; la relación con el metabolismo de las grasas, y cómo se ha ido modificando su abordaje y tratamiento. Incluye dos capítulos que tocan temas poco considerados por los médicos tratantes: Uno de ellos es Depresión y dislipidemia (las alteraciones metabólicas del colesterol y los triglicéridos en sangre) donde el autor explica cómo influye esta asociación de trastornos para una mayor mortalidad cuando se ha tenido un infarto.
Y el segundo capítulo versa sobre Rehabilitación cardiaca, un programa que debían llevar todos los pacientes que sobreviven a un infarto “pero en la práctica no sucede, pese a que es una herramienta fundamental para recuperar gran parte de la funcionalidad del corazón y con ello mejor el pronóstico de vida de la persona”.
Dislipidemis y depresión
Abel Pavía, miembro de la Asociación de Cardiología Intervencionista de México, refirió que la ansiedad post infarto son factores que inciden también en el pronóstico de vida del paciente. Sin embargo, el cuidado de la salud mental posterior a un evento coronario agudo es poco común. Reconoció que en este caso, el origen del problema es de cultura, pues no se concibe la atención del paciente cardiaco bajo un enfoque integral, y ni siquiera se diagnostica. “Ni los médicos lo requieren para hacer una evaluación psiquiátrica… ni tampoco la busca el paciente”.
A pregunta expresa, el especialista respondió que para mejorar los programas de atención a enfermedades cardiovasculares, el Sistema Nacional de Salud debía realizar un estudio fármaco-económico que permita encontrar tratamientos con el máximo beneficio al menor costo; pero además apostar a la educación y la prevención, como ya lo hacen los países del primer mundo. Y con resultados que se evidencian en el decremento de mortalidad. Pavía López acotó que la prevención es algo mucho más complejo que realizar campañas para bajar de peso. Y puso de ejemplo el sedentarismo obligado por las jornadas laborales de diez, doce horas diarias, los espacios reducidos en la vivienda y otros aspectos externos que dificultan la práctica de una actividad física constante; lo que aunado a una mala dieta redunda en el aumento de grasa corporal, el aumento de colesterol y el riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares a edades más tempranas.
La aterosclerosis puede comenzar desde la infancia y no presenta síntomas, hasta que la placa se desprende o su acumulación obstruye la irrigación sanguínea, dijo Pavía.
El XXX Congreso Nacional de Cardiología 2017 se efectúa en esta ciudad del 2 al 5 de noviembre.