¡No! No todas las opiniones son válidas
Nuestra civilización ha llegado a una intersección entre intercomunicación masiva y libertad de expresión. Todas las personas viviendo arriba de la línea de pobreza tenemos un foro abierto para ser escuchadas y hay un consenso quasi-universal que podemos usar dichos foros para decir lo que se nos da la regalada gana. A Facebook le hace falta un botón de “No me gusta” y quizás otro de “Eres un imbécil”, al internet le hace falta un editor omnipoderoso que no sea el gobierno chino, incluso hay días en los que quisiera que el código penal castigara a quienes dicen o publican estupideces indocumentadas.
Les doy el ejemplo más común ¿Cuántas personas no suelen decir “se ha puesto muy mal la (violencia, economía, moral, corrupción)? Y ¿Cuántas de estas personas han consultado algún tipo de referencia estadística o la opinión de un experto para fundamentar su opinión? Si les queda el saco, pónganselo. Es una grave irresponsabilidad estar escupiendo información al aire cuando no estás informado. Me lo pongo yo, por supuesto que quiero hablar del sismo en la Ciudad de México, pero hay otros columnistas que están mejor posicionados para hacerlo, así que, aunque sea el tema del momento, tengo que guardar silencio. Estoy seguro que en el pasado he caído en la tentación de subirme a temas que no me corresponden, pero es un error tratar de hacerlo, ustedes ponen su fe en la editorial de este periódico y es nuestra responsabilidad verificar la información que escribimos antes de publicarla. Desafortunadamente, a nivel sociedad, el gozo de tener los foros para expresarse, ha arrollado con la obligación de hacerlo responsablemente.
Todos necesitamos más disciplina en este ámbito y estoy seguro que, si son honestos consigo mismos, coincidirán conmigo que ésta es una crisis. Quizás nadie nos queremos callar, pero todos queremos que otros se callen.
Solo hay dos actitudes que tenemos que asumir para ayudar a controlar este ruido que está plagando al mundo de tanta información falsa que ha vuelto difícil discernir la verdad del chisme. Guardar silencio cuando no estamos seguros de lo que vamos a decir es la primera. Nadie cree que la gente callada es tonta, de hecho, quizás sea lo contrario. Mientras más filtramos lo que decimos y publicamos resultan mejores contribuciones, inclusive hasta hacen parecer que cada idea que presentamos es brillante, aunque no lo sea.
La segunda es más difícil, tenemos que armarnos de valor y callar a la gente cuando es evidente que está expresando una opinión que, correcta o incorrecta, no está fundamentada. Es difícil e incómodo confrontar a nuestros amigos, colegas y conocidos, pero créanme que les va a dejar un excelente resultado en sus vidas si hacen este filtro. Imagínense que reducen sus interacciones sociales e informativas con los chismosos y las aumentan con los informados y analíticos.