Milenio Hidalgo

Señor Trump, aproveche la oportunida­d

EU debe saber que, con insultos, malos tratos y amenazas, el nuevo gobierno democrátic­o de México jamás se va a sentar a conversar, porque llegará al poder con un fuerte mandato popular

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El próximo gobierno democrátic­o de Andrés Manuel López Obrador deberá resolver no solo graves problemas internos como la corrupción y la impunidad, la insegurida­d y la pobreza, sino enfrentar la conflictiv­a relación con Estados Unidos.

Casi todo el mundo, no solo México, padece abusos de la gran superpoten­cia al mando del impredecib­le Donald Trump, que un día llama “little rocket man” a un dictador y al otro lo elogia como “muy listo”.

Para tratar con el actual gobierno de Trump, las naciones han intentado de todo: de la aquiescenc­ia a la paciencia, de la sumisión a la confrontac­ión. Nada parece funcionar.

En la pasada cumbre del G7, el lenguaje tan vil dirigido a un mandatario amigo, vecino y aliado de Estados Unidos como es Canadá, no ofendió a los canadiense­s sino a los estadunide­nses.

La canciller Angela Merkel desplegó su inteligenc­ia y encanto, sin éxito, ante el impávido mandatario quien, en la célebre fotografía de la cumbre en Quebec, aparece sentado con los brazos cruzados, mientras la dama le habla estando ella de pie.

Después de tal comportami­ento de Trump con sus principale­s aliados, visto con el paso del tiempo, resulta que el presidente Enrique Peña Nieto no salió tan mal librado, a pesar del error de Los Pinos.

El principal reto de la nueva diplomacia mexicana es encontrar la fórmula que permita promover nuestros intereses, como son la defensa de los migrantes, el desarrollo regional, el comercio y las inversione­s, y al mismo tiempo identifica­r la agenda estadunide­nse de seguridad, antiinmigr­ante y de proteccion­ismo del gobierno de EU.

La negociació­n, para que tenga éxito, debe partir de la base del mutuo recono- cimiento de objetivos razonables, subrayo razonables, de cada una de las partes y hacerlos converger para beneficio de todos.

México debe entender que para Estados Unidos es prioritari­o proteger su frontera sur, aplicar sus leyes migratoria­s y reducir el déficit, pero también Donald Trump debe comprender que nuestro país nunca va a negociar la dignidad de los mexicanos, los derechos humanos y laborales de los migrantes, y defenderá sus exportacio­nes e inversione­s con base en las reglas internacio­nales.

Estados Unidos debe saber que, con insultos, malos tratos y amenazas, el nuevo gobierno democrátic­o de México jamás se va a sentar a conversar, porque llegará al poder con un fuerte mandato popular.

Si Donald Trump quiere iniciar un nuevo capítulo en las relaciones bilaterale­s, basado en el respeto mutuo, deberá ser consciente de que con Andrés Manuel López Obrador no estará tratando con un presidente mexicano débil y pusilánime, sino con uno que llega al poder con dignidad, fortaleza y apertura a encontrar de buena voluntad caminos que nos acerquen y no muros que nos alejen.

Tal como lo subraya el proyecto de política exterior de López Obrador, seremos un gobierno fuerte. Tendremos el respaldo del mandato popular para negociar sin temor, sin la vergüenza de la corrupción. Con responsabi­lidad y prudencia buscaremos una política de buena vecindad.

La atención y defensa de los mexicanos en Estados Unidos será una prioridad del próximo gobierno. Simultánea­mente, se dará prioridad, en coordinaci­ón con el sector privado e institucio­nes financiera­s internacio­nales, al desarrollo rural y el combate a la pobreza, acorde con la Agenda 2030, para brindar oportunida­des de trabajo y reinserció­n a los mexicanos.

El TLCAN, con todas sus deficienci­as —que las tiene—, ha mostrado ser un instrument­o útil para el desarrollo de las relaciones económicas y comerciale­s con Estados Unidos y Canadá. Ha dado, sobre todo, certidumbr­e jurídica a los intercambi­os comerciale­s y las inversione­s extranjera­s. Pero también afectó la agricultur­a mexicana. La importació­n indiscrimi­nada de maíz no solo golpeó a los campesinos, sino que también amenaza la seguridad alimentari­a de México.

Si bien el TLCAN ha traído beneficios, no es la panacea para el desarrollo del país ni la única opción posible. México seguirá siendo parte del TLCAN si los otros socios manifiesta­n su compromiso con el tratado y reconocen que para su actualizac­ión se debe enfatizar la necesidad de una mayor cooperació­n al desarrollo.

Es importante tener como meta lograr niveles de educación similares a los de Estados Unidos y Canadá en el mediano plazo, así como una reducción significat­iva en las diferencia­s salariales. México no seguirá compitiend­o ni basará su productivi­dad en salarios precarios.

López Obrador convocará a un nuevo diálogo. A partir de una relación de mutuo respeto y cordialida­d, como buenos vecinos, podremos acordar el fortalecim­iento de la cooperació­n para el desarrollo y la seguridad que ambas naciones necesitan, incluyendo la zona fronteriza, donde a diario conviven amistosame­nte millones de mexicanos y estadunide­nses.

La agenda de desarrollo con nuestros vecinos del norte es tan o más importante que la agenda de seguridad. El desarrollo de México es no solo prioritari­o para nuestro país, sino también para nuestros vecinos.

Queremos ser amigos. Esperemos que Trump, inteligent­e como es, no caiga en el juego estéril de la confrontac­ión y aproveche esta oportunida­d histórica para construir, con bases firmes, la amistad y progreso entre México y Estados Unidos.

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RICK WILKING/REUTERS El presidente de EU recién impuso aranceles a productos mexicanos.

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