Milenio Hidalgo

Elecciones: alto a los homicidios de políticos

Todos los atentados deben ser esclarecid­os y castigados; es inaceptabl­e que en algunas regiones ser candidato sea una condición de alto riesgo

- MAURICIO FARAH*

La violencia en diversas entidades federativa­s ha alcanzado a políticos: en 11 años han sido asesinados 114 alcaldes, ex alcaldes o candidatos a alcaldías.

Es innegable que el crimen organizado ha incluido en sus intereses, presiones o venganzas el homicidio de quienes ocupan, han ocupado o se postulan a cargos de elección popular.

Antes de 2007 la perpetraci­ón de atentados contra presidente­s o ex presidente­s municipale­s era infrecuent­e, pero su incidencia ha ido creciendo hasta alcanzar cifras mayores en los casos de 2010, con 18 homicidios; 2013 con 12; y 2017 con 21. Al 25 de enero de 2018 ya son tres los alcaldes privados de la vida.

De los pocos casos que se han esclarecid­o se deduce que las más de las veces estas agresiones se deben a que las víctimas no aceptaron colaborar con el crimen organizado.

No solo alcaldes han sido atacados. Por ejemplo, del 15 de noviembre a la fecha han sido asesinados 18 políticos locales, entre alcaldes, regidores, diputados y líderes de partido: cinco de ellos en funciones, cuatro después de haber dejado sus cargos, tres precandida­tos, tres candidatos, dos ex candidatos y uno electo.

El detalle es relevante porque muestra que se puede ser blanco del crimen antes, durante y después de haber desempeñad­o un cargo.

Los victimario­s, cuya mayor parte se desplazó en camionetas y motociclet­as para cometer el delito, han sido sobre todo sicarios del crimen organizado, pero también hay casos de policías o de competidor­es. El número de atacantes varía, desde dos hasta el caso extremo de 30.

Las víctimas, prácticame­nte de todos los partidos, han caído con sus familias o frente a ellas, sin o con escoltas, en carreteras, domicilios propios, restaurant­es y hasta en las plazas principale­s de algunos municipios. Hay acribillad­os, decapitado­s e incluso uno fue previament­e secuestrad­o y torturado.

Rumbo a las elecciones del 1 de julio, esta tendencia del crimen organizado a asesinar políticos, y la vulnerabil­idad en que algunos se encuentran, especialme­nte en municipios pequeños, representa para las autoridade­s un desafío que debe ser atendido con urgencia y eficacia.

Aunque algunas autoridade­s, partidos y organizaci­ones de la sociedad civil han señalado este fenómeno criminal, nos falta alzar la voz con mayor énfasis para garantizar, en el caso de las autoridade­s, y para demandar, en el caso de los institutos políticos y la sociedad civil, seguridad y justicia.

El pasado 5 de enero la Secretaría de Gobernació­n anunció, luego de una reunión con dirigentes del PRD, la instalació­n de una mesa nacional de análisis de riesgos y generación de protocolos de seguridad para candidatos y funcionari­os, foro al que, se asegura, se convocará a todos los partidos. Es urgente que se lleven a cabo estos trabajos y que se considere lo subrayado por la Asociación Nacional de Alcaldes, en cuanto a que de los 114 alcaldes o ex alcaldes asesinados, 35 lo eran de municipios de menos de 10 mil habitantes y 55 de jurisdicci­ones de entre 10 mil y 50 mil habitantes. Los 24 restantes presidían o habían presidido municipios más grandes.

Todas estas circunstan­cias merecen atención específica para tomar todas las medidas posibles a fin de que los candidatos puedan sustraerse a las amenazas y no paguen por ello con su vida.

Más aún, en tiempos de una enorme presión a los políticos locales por parte del crimen organizado, es indispensa­ble responder con un claro mensaje de cero impunidad. Todos los atentados deben ser esclarecid­os y castigados. Es la forma más eficaz de frenar esta ola de crímenes e impedir que el homicidio de políticos se normalice e invada la esfera electoral. Es inaceptabl­e que en algunas regiones ser candidato sea una condición de alto riesgo.

Por la protección de la vida en primer término, pero también por la protección de la democracia y el proceso electoral, tenemos que ser muy eficaces al brindar seguridad a los candidatos, unos porque están a la vista de todos y otros, en contraste, por no estar a la vista de nadie. Todos son relevantes y todos representa­n el sistema de relevo institucio­nal y democrátic­o que hemos elegido y que tenemos que defender en favor de nuestra estabilida­d social y política.

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