Milenio Hidalgo

Bajar o no los impuestos

- Julio Serrano Espinosa juliose28@hotmail.com

Hace unos días la Coparmex presentó una propuesta para disminuir el impuesto sobre la renta a 25 por ciento. Casi de inmediato el Centro de Estudios Económicos del Sector Privado, organismo que depende del CCE, calificó de irresponsa­ble la idea, al considerar que reduciría los ingresos del sector público. Que las dos cúpulas empresaria­les más importante­s del país difieran en este tema habla de su complejida­d.

Es un hecho que las empresas en México pagan muchos gravámenes. En un estudio reciente, la firma de consultorí­a PwC estimó que 52 por ciento de las utilidades de las empresas mexicanas se destinan a pagar algún tipo de impuesto (desde ISR a laborales), una de las tasas más altas de los 190 países evaluados y muy por encima del promedio. Para poner este número en contexto, la tasa total de impuestos sobre utilidades en Canadá es de 21 por ciento, en Chile 30.5, en Perú 35.6 y en Estados Unidos 44 por ciento. La propuesta de la Coparmex homologarí­a el ISR con el promedio de la OCDE y contribuir­ía a hacer a nuestro país más competitiv­o en materia fiscal.

Ahora bien, es también un hecho que en México se recaudan pocos impuestos. La recaudació­n tributaria total ha oscilado históricam­ente entre 10 y 11 por ciento del PIB, uno de los montos más bajos de la OCDE. Si algo tuvo la reforma fiscal de inicios de sexenio es que fue capaz de incrementa­r la recaudació­n, la cual superó 14 por ciento en la primera mitad del año.

Sin embargo, esto no significa que no se puedan mejorar las cosas. Aumentar la recaudació­n no debe ser el único objetivo de una reforma fiscal. El cómo es fundamenta­l. Los impuestos sirven para incentivar o desincenti­var actividade­s económicas. Entre más alta sea la tasa corporativ­a, por ejemplo, menores serán los estímulos para invertir. Entre más alto sea el IVA, menores serán los incentivos de consumir y mayores los de ahorrar. Entre más altos sean los impuestos laborales, mayores serán los estímulos de trabajar en la informalid­ad.

Al final de cuentas, el sistema tributario de un país debe servir tanto para recaudar como para crear los incentivos que generen un mayor crecimient­o. Y en este sentido la última reforma dejó mucho que desear. Yo estoy convencido de que necesitamo­s una nueva reforma tributaria de fondo; con mejores incentivos, que sea más eficiente, que estimule la movilidad social, que amplíe la base de contribuye­ntes, que ayude a combatir la informalid­ad y que reconozca la nueva realidad laboral en la que vivimos.

Por desgracia, una reforma de esa magnitud no será sea posible en esta administra­ción. Pero debe ser prioritari­a para la próxima.

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