¿Y donde está el maestro?
Con tanto alboroto estos últimos días acerca de cómo estamos por estos lados, sobre todo en la escalada de violencia que se ha visto en Pachuca, he optado para esta columna mejor hablar de temas que no dejan de ser relevantes, y que son por decirlo de alguna manera, más digeribles.
El día del maestro acaeció el lunes pasado, si bien fue una fecha de inicio de semana, no deja para mí ser de suma importancia, más allá de la formación docente que tengo, quiero hablar del impacto tan grande que esta profesión (que va de la mano con vocación) tiene en nuestra sociedad, de hecho, en cualquier sociedad de este nuestro mundo.
En su momento el 15 de mayo fue seleccionado como el día para su celebración, acomodándose con la beatificación de San Juan Bautista de La Salle, este hombre fue sacerdote y pedagogo francés, declarado patrono de todos los educadores de la infancia y de la juventud por el Papa Pío XII, y desde 1950 se tomó como el mismísimo representante de todos los docentes del mundo.
Seguro estoy lector mío que usted debe de tener al menos una referencia de un gran maestro que ha marcado su vida, y la marcó porque estuvo ahí a su lado, creyó en usted, y logró extraer lo mejor de su persona para llegar a una meta u obtener algún éxito, esos maestros jamás se olvidan.
Aunque resulte difícil de creer, los maestros contribuyen mucho al desarrollo de un país, son los guardianes de preservar y transmitir el conocimiento de una generación a otra, son también de alguna manera el “cemento” que mantiene cohesionada a una sociedad, ya que también son responsables de inculcar valores cívicos en cada uno de sus alumnos.
Son pilares (aunque muchos no estén de acuerdo), ya que en el aula incentivan maneras de actuar y pensar, desarrollan habilidades y como dije, forjan valores que van moldeando su personalidad; los que son buenos (que son muchos más de los que usted cree), desarrollan en los niños las capacidades de aprender a aprender, a conocer, a hacer y sobre todo a ser, aspectos que el nuevo modelo educativo del país apenas comienza a privilegiar.
El maestro pues, es y debe ser ejemplo de congruencia docente, un modelo a seguir y una persona llena de compromiso, ya que pese a las circunstancias a las que se pueda enfrentar, el disfrute que debe tener por estar dentro del aula ya sea en el medio rural o urbano no debería compararse con otra cosa más.
Lo anterior es lo que se lee “bonito”, es el deber ser; en contraste, cuando miramos la realidad que tenemos, la cosa deja de ser romántica, hoy nos enfrentamos a gobiernos que no privilegian las condiciones laborales de los maestros, condiciones que en muchos lugares son precarias, aulas sin terminar, falta de material didáctico, escuelas sin baños, sueldos muy bajos o de plano que no son pagados y un largo etcétera más.
Sin ir más lejos los recientes estudios indican que la matrícula en escuelas normales está reduciéndose, la gente ya no quiere estudiar para ser maestro, además la preparación que se les sigue dando en estos centros de estudio sigue sin levantar, muchos con el nuevo esquema de Servicio Profesional Docente, están obteniendo resultados no tan favorables. Los cambios actuales y el avance de la tecnología han generado un nuevo escenario en donde el docente por obligación debe aprender a desenvolverse de una mejor manera.
Si a lo anterior le sumamos los “usos y costumbres” que los sindicatos (léase SNTE y CNTE) aún mantienen, como es la venta de plazas, las prebendas para buscar una nueva categoría y subir de nivel, el tráfico de influencias, las presiones que hacen al gobierno en turno, los gastos excesivos que efectúan en vez de acondicionar las escuelas, si no pregúnteles que “fiestón loco” tuvieron acá en Hidalgo en su día, siguen siendo los granos en el arroz, lo que provoca que muchos en la sociedad sigan tendiendo una percepción muy particular cuando escuchan la palabra maestro.
Esta columna no está escrita para el dirigente sindical o para el directivo sectorial, por el contrario, es para aquellos profesores que encaran día con día un sin número de desafíos y que, a pesar de los mismos, contribuyen con su vocación a mitigar las cifras de deserción y abandono escolar.
Nuestro Hidalgo no queda exento de todo lo vertido en estas líneas, ya que sus regiones y habitantes son tan diversos como lo son las problemáticas y dificultades que sus docentes deben de enfrentar. Mi admiración para cada uno de ellos. Que pase un excelente fin.