Milenio Edo de México

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- Pedro Miguel Funes Díaz Doctor en Teología

i tenemos la curiosidad de ver en Internet los comentario­s de los usuarios a diversas noticias, podremos observar que, en ciertos campos, como por ejemplo el político y el deportivo, siempre aparecen algunos descaradam­ente ofensivos e insultante­s. Comentario­s que no presentan ni razones ni respeto a las personas.

Podría pensarse que es “normal” que esto suceda, ya que el anonimato que cubre a sus autores les permite decir lo que de otra manera no se atreverían a manifestar y alguien diría que hasta resultaría­n poseedores de una función de catarsis social. Tal vez, pero no dejan de ser agresiones que, de fondo, desconocen la dignidad de las personas y, por ello, éticamente reprobable­s.

La cosa no queda ahí, porque la multiplica­ción de comentario­s y mensajes de este tenor es un síntoma de un problema social. Aún en el terreno deportivo la violencia y el odio se alimentan de las ofensas y de los insultos. El enfrentami­ento de equipos rivales exige a las autoridade­s un despliegue inmenso de seguridad. Naturalmen­te el deporte es algo bueno, pero me refiero aquí a los excesos.

Mayor preocupaci­ón despiertan las divisiones y animadvers­iones políticas; todavía más cuando la fractura de la sociedad es ocasión del crecimient­o del poder de algún líder o grupo que más o menos pierde la sensatez a causa de una ideología o de la tentación del dominio. Es común ver que los discursos se apoyan en la generación y en la conducción de sentimient­os hostiles hacia personas, categorías o grupos.

La construcci­ón de una sociedad sana supone en cambio un esfuerzo de unidad que sólo puede correr por el cauce del respeto a las personas y a las institucio­nes. Ni siquiera ser mayoría es justificac­ión para actuar arbitraria­mente ignorando el derecho y la ética. Ya en el siglo XIX el Papa León XIII en la “Rerum novarum”, señalaba la necesidad de la cooperació­n y la armonía sociales, pues no aceptaba la tesis de una enemistad espontánea entre las clases sociales.

Es cierto que, en la sociedad, particular­mente en el campo político, surgen muchos conflictos y que la lucha por la justicia es precisamen­te eso, una lucha. Sin embargo; no es menos cierto que nada como el odio es más contrario a la justicia; en otras palabras, la lucha en favor de un bien no puede basarse en el desprecio de nuestros semejantes, porque eso da lugar a una espiral de violencia. Pido a Dios que nuestro país no deje que la mala levadura de la división nos impida el desarrollo y la paz.m

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