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i tenemos la curiosidad de ver en Internet los comentarios de los usuarios a diversas noticias, podremos observar que, en ciertos campos, como por ejemplo el político y el deportivo, siempre aparecen algunos descaradamente ofensivos e insultantes. Comentarios que no presentan ni razones ni respeto a las personas.
Podría pensarse que es “normal” que esto suceda, ya que el anonimato que cubre a sus autores les permite decir lo que de otra manera no se atreverían a manifestar y alguien diría que hasta resultarían poseedores de una función de catarsis social. Tal vez, pero no dejan de ser agresiones que, de fondo, desconocen la dignidad de las personas y, por ello, éticamente reprobables.
La cosa no queda ahí, porque la multiplicación de comentarios y mensajes de este tenor es un síntoma de un problema social. Aún en el terreno deportivo la violencia y el odio se alimentan de las ofensas y de los insultos. El enfrentamiento de equipos rivales exige a las autoridades un despliegue inmenso de seguridad. Naturalmente el deporte es algo bueno, pero me refiero aquí a los excesos.
Mayor preocupación despiertan las divisiones y animadversiones políticas; todavía más cuando la fractura de la sociedad es ocasión del crecimiento del poder de algún líder o grupo que más o menos pierde la sensatez a causa de una ideología o de la tentación del dominio. Es común ver que los discursos se apoyan en la generación y en la conducción de sentimientos hostiles hacia personas, categorías o grupos.
La construcción de una sociedad sana supone en cambio un esfuerzo de unidad que sólo puede correr por el cauce del respeto a las personas y a las instituciones. Ni siquiera ser mayoría es justificación para actuar arbitrariamente ignorando el derecho y la ética. Ya en el siglo XIX el Papa León XIII en la “Rerum novarum”, señalaba la necesidad de la cooperación y la armonía sociales, pues no aceptaba la tesis de una enemistad espontánea entre las clases sociales.
Es cierto que, en la sociedad, particularmente en el campo político, surgen muchos conflictos y que la lucha por la justicia es precisamente eso, una lucha. Sin embargo; no es menos cierto que nada como el odio es más contrario a la justicia; en otras palabras, la lucha en favor de un bien no puede basarse en el desprecio de nuestros semejantes, porque eso da lugar a una espiral de violencia. Pido a Dios que nuestro país no deje que la mala levadura de la división nos impida el desarrollo y la paz.m