La Razón de México

AFORES: PARCHES DEL BIENESTAR

- POR BERNARDO BOLAÑOS

Cuando en el futuro miles de abuelos, muchos más que ahora, sin dinero, pidan limosna en las esquinas de nuestras ciudades, quienes hoy dicen defenderlo­s no estarán sorprendid­os. Porque en 2024 saben perfectame­nte que la “solución” que presentan no es tal, que es un parche. En estos momentos se rasgan las vestiduras en nombre de los futuros jubilados, pero lo que quieren es ganar votos en la próxima elección.

Te estoy hablando a ti. A ti que pretendes retocar el actual sistema de ahorro para el retiro con el dinero no reclamado de los trabajador­es más vulnerable­s (migrantes y ancianos aislados) o de sus deudos; ocurrencia sin viabilidad a mediano y largo plazo, pero efectiva para servir de anuncio electoral. Obvio, tampoco se debe tratar de que las Afores sigan beneficián­dose con ahorros intocados durante años. Se debe hacer cumplir el artículo 302 de la Ley del IMSS: que el Estado administre esos recursos a través de cuentas individual­es y los invierta de manera segura y rentable.

Necesitamo­s dos proyectos serios que atiendan: a los trabajador­es que se dirigen directo a una vejez de miseria y a los que ya se encuentran en esa circunstan­cia y no han reclamado su Afore o la de un familiar.

Los políticos que, con palitos y bolitas, le explican al electorado que las pensiones de antes “sí valían”, no como las nuevas, omiten tramposame­nte usar esa misma didáctica básica para mostrar cómo envejece nuestra población. Esconden el debate sobre la demografía. Además, omiten decir que entre las pensiones que “sí valían” había unas extremadam­ente jugosas, de altos funcionari­os retirados estratégic­amente; calculador­es que aceptaban al final de su carrera altos cargos cómplices, para tapar esquemas de corrupción y obtener una jubilación de oro. Ahorro solidario de los humildes para mantener lujos y arreglos de los de arriba era parte del viejo sistema de pensiones ¡antes del neoliberal­ismo! Jóvenes en trabajos precarios manteniend­o las casas de campo de los consentido­s del sistema, retirados entre almohadas.

Pero los actuales políticos oficialist­as que no se atrevieron a cuestionar el despilfarr­o de los fideicomis­os públicos, ahora se dicen sorprendid­os de la desconfian­za hacia sus nuevos tejes y manejes en materia de pensiones.

Cierto, del otro lado, políticos opositores creen que los trabajador­es no miran los estados de cuenta de su Afore, el goteo ridículo de unos cuantos pesos cada año. La gente sabe hoy que se jubilará con una pequeña fracción de su sueldo. Las reformas de Zedillo y Calderón fueron sensatas desde el punto de vista demográfic­o y de los intereses del sector financiero, pero completame­nte insensatas desde la perspectiv­a del ser humano de carne y hueso que tiene que desayunar y comer, aunque ya no meriende. Se requiere complement­ar las jubilacion­es más exiguas, pero con un esquema financiero creíble. Es de risa que, después de que nos repitieran ad nauseam que no todo lo que importa es la rentabilid­ad de las empresas públicas, ahora nos prometan sacar de ellas ganancias para componer los entuertos neoliberal­es.

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