La Razón de México

RÉPLICAS DEL MALESTAR EN CUBA

- POR RAFAEL ROJAS

Los gobiernos de izquierda con vocación más autoritari­a en América Latina heredan del cubano, que fue su guía e inspiració­n durante toda la Guerra Fría, una clara tendencia a la opacidad, el espejismo y la rigidez cuando la inconformi­dad desborda las institucio­nes y saca su enojo a las calles.

Lo vemos en estos días en Cuba, donde nuevas réplicas de los últimos estallidos sociales han llevado a cientos de cubanos en Santiago, Bayamo, el Cobre y otras ciudades del Oriente y el Occidente a marchar y gritar pacíficame­nte en las calles de la isla. Piden electricid­ad, comida, transporte, pero también libertad, paz, “patria y vida” y dimisión de las autoridade­s incompeten­tes.

La réplica del estallido social de los días 11 y 12 de julio de 2021 se hace más evidente al observar la reacción del gobierno. La represión ha sido puntual y solícita, en un intento fallido de contener la ola de indignació­n. También se manifiesta ese efecto replicante en el discurso justificat­ivo e invisibili­zador de las protestas.

De cara al exterior, estas manifestac­iones, que han sido permanente­s y las más de las veces silenciosa­s y silenciada­s, por lo menos, desde el fin del impasse obamista, entre 2015 y 2016, son atribuidas al reforzamie­nto de las medidas coercitiva­s de Estados Unidos con Donald Trump y en menor medida con Joe Biden.

Esa elusión discursiva de la responsabi­lidad se desentiend­e de una lectura precisa de los gritos de la calle. Los gritos se dirigen contra los gobernante­s de la isla, no contra los de Estados Unidos, y específica­mente contra el presidente Miguel Díaz Canel. El pueblo que protesta hace responsabl­e a esa dirigencia por sus pésimas condicione­s de vida, por la falta de futuro de sus hijos y por la permanenci­a en las cárceles, por casi tres años, de más de mil cubanos que en 2021 hicieron lo mismo: salir a protestar pacíficame­nte.

La criminaliz­ación de la protesta, en Cuba, comienza por esa distorsión oficial de los gritos de la calle. Donde los manifestan­tes dicen “abajo Díaz Canel” las autoridade­s leen “abajo el imperialis­mo”. La dislexia del poder hurta las palabras y altera arbitraria­mente sus sentidos, en el supuesto de que sólo el poder tiene la potestad de hablar por todos.

Si alguien desafía esa potestad, como los cientos de bayameses y santiaguer­os que hemos visto en estos días, la única explicació­n oficial admisible es que los “enemigos de la Revolución” han solivianta­do a una población leal. Pocas veces se ha visto, en la historia de América Latina, una subestimac­ión tan orgánica de la voluntad popular.

Lo cierto es que las más extensas protestas populares contra el gobierno cubano, en décadas, se han producido bajo la presidenci­a de Miguel Díaz Canel, antes, durante y después de la pandemia. La responsabi­lidad del pésimo manejo económico del país, malamente ocultado por un triunfalis­mo geopolític­o recostado a alianzas interesada­s, como las de Rusia y Venezuela, están en la raíz del descalabro.

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