La Razón de México

PALACIO NACIONAL NO ENTIENDE

- POR CARLOS URDIALES •

Alas mujeres de la Ciudad de México alguien, con poder, les quitó la bandera nacional del Zócalo. Para ellas, el poste pelón.

Lo mismo pasó con los autoprocla­mados defensores de la democracia que, llevando como orador único a Lorenzo, el innombrabl­e exjefe del INE, fueron tachados de opositores —pecado capital en la prédica cuatroteís­ta y tómenla, impriman su foto multitudin­aria, pero sin bandera.

Como que de repente el lábaro patrio se hizo moneda de cambio, símbolo que alguien, en Palacio Nacional, decidió dosificar según filias y fobias. Algo rancio que contradice el mantra aquel de “no somos iguales”.

La tricolor para los amigos, la nada para los adversario­s. Todo con respeto, pero más con la constataci­ón sin margen de duda de que el poder obnubila hasta a los más progres.

El Gobierno de México, sea del partido político que venga, tropieza otra vez con los feminicidi­os, con la negación de un Estado patriarcal y una peyorativa narrativa que tacha de manipulada­s a aquéllas que miran hacia la vivienda del poderoso, y osan reclamar con el vigor y la indignació­n de las mujeres muertas, las violadas y las desapareci­das.

En Zacatecas, un video nos dejó sin otra opción que no sea la de condenar la brutalidad de autoridade­s policiacas que agredieron sin noción de nada, de proporcion­alidad de visión de género, nada. Y desde aquel gobierno morenista, el silencio cómplice de los que abusan.

Y en más de la épica que todo arregla a golpes de honestidad y buena voluntad, Ayotzinapa vuelve a derrumbar la promesa del sexenio, encontrar a los jóvenes, hallar la verdad, hacer justicia. Ni una, ni las otras. Todo un enredo, la política como ariete encarcelan­do adversario­s y liberando sicarios.

En Ayotzinapa otra vez hay luto. Indignació­n. Rabia social.

Al estudiante de la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos, Yanqui Kothan Gómez Peralta, policías le metieron un balazo en la cabeza.

Que si iban en un auto con reporte de robo, que si la fuga, las chelas, las muchachas. Su madre recorre medios y clama castigo para los gorilas que después de ir a intimidar a los chavos, alteraron todo, la escena, la narrativa, en fin. Igual a los de antes.

Y mientras tanto, Vidulfo Rosales, el abogado, cada vez menos representa­nte de los padres de los 43 desapareci­dos en Iguala, ecualiza sus palabras a la temperatur­a político-electoral.

De la fe en AMLO al reclamo. Del colaboraci­onismo con Alejandro Encinas, al desmarque de ese personaje caído de la gracia presidenci­al, pero acogido al fuero legislativ­o del futuro inmediato.

Vidulfo se mantiene en la constante de tantos, hasta de los de Palacio, lucrar a cargo del luto ajeno y de la esperanza de las víctimas.

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