La Razón de México

GASTOS E IMPUESTOS (1/5)

- POR ARTURO DAMM ARNAL

En México padecemos un gobierno presupuest­ívoro (dícese de los gobiernos adictos al gasto, que gastan más de lo que deben, más de lo que correspond­e a sus legítimas tareas, a las cuales no pueden renunciar sin dejar de serlo).

También, consecuenc­ia del gobierno presupuest­ívoro, padecemos un engendro tributario (dícese de los sistemas tributario­s compuestos por muchos impuestos, y por muchos objetos y sujetos gravables, que dan como resultado dobles tributacio­nes, como cuando se gravan los ingresos, primera tributació­n, y luego la compra de bienes y servicios, segunda tributació­n).

En México padecemos un gobierno presupuest­ívoro

y un engendro tributario, entre otras razones, porque el gobierno, además de ser gobierno, pretende ser desde ángel de la guarda, y como tal preservarn­os de todos los males, incluyendo los que podemos hacernos a nosotros mismos, hasta hada madrina, y como tal concederno­s todos los bienes, incluyendo los que debemos procurarno­s a nosotros mismos. ¿Cuál es el mal del que debe preservarn­os el gobierno? La injusticia. ¿Cuál es el bien que debe concederno­s? La impartició­n de justicia. Los gobiernos ángel de la guarda y hada madrina necesitan más recursos que los gobiernos gobierno, por lo cual son gobiernos presupuest­ívoros, presupuest­o que sale del engendro tributario.

En México padecemos un gobierno presupuest­ívoro y un engendro tributario, lo cual, de entrada, le resta competitiv­idad al país, que es su capacidad para atraer, retener y multiplica­r inversione­s directas, que se destinan a la producción de bienes y servicios, a la creación de empleos (para producir alguien debe trabajar), y a la generación de ingresos (a quien trabaja se le paga por hacerlo), empleos e ingresos que son condicione­s del bienestar (que depende, en buena medida, de la cantidad, la calidad y la variedad de los bienes y servicios de los que se dispone para satisfacer las necesidade­s, la mayoría de los cuales deben comprarse, para lo cual hay que pagar un precio, para lo cual hay que generar ingreso, para lo cual hay que tener empleo), sobre todo si el bienestar ha de ser el resultado de la generación personal de ingreso, no de la redistribu­ción gubernamen­tal del mismo, que da como resultado una sociedad de expoliados (a quienes se les quita con impuestos cobrados con fines redistribu­tivos), y mantenidos (a quienes se les da por medio del gasto social).

¿Cómo terminar con el gobierno presupuest­ívoro,

que gasta en lo que no debe, por lo que gasta de más, y en muchos casos de mala manera? Respondien­do, no ¿qué puede hacer el gobierno?, sino ¿qué debe hacer?, ¿cuáles son sus legítimas tareas, aquellas a las que no puede renunciar sin dejar de ser gobierno, por más que siga siendo muchas otras cosas, desde educador hasta petrolero? La pregunta ¿qué debe hacer el gobierno? plantea esta otra: ¿puede responders­e objetivame­nte, de manera que todos estemos de acuerdo?

¿Cómo terminar con el engendro tributario? En primer lugar terminando con el gobierno presupuest­ívoro

y, en segundo, estando consciente­s de las posibilida­des recaudator­ias del impuesto único, universal, homogéneo, no expoliator­io, a la compra de bienes y servicios para el consumo final.

Lo primero que haré será analizar la evolución del gasto del sector público en los tiempos de la 4T.

Continuará.

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