La Jornada

El egoísmo occidental

- NIKOLAY SOFINSKIY*

Tras la desintegra­ción de la URSS y la confrontac­ión ideológica asociada, surgió una oportunida­d histórica para establecer relaciones y comenzar a formar una arquitectu­ra holística de seguridad y cooperació­n en todas las dimensione­s en Europa y el Euroatlánt­ico.

La Federación de Rusia esperaba que las nuevas reglas de la economía mundial, en ausencia de confrontac­ión, fueran realmente justas. Estábamos abiertos a la cooperació­n con Occidente, viendo en él al vecino más cercano, la fuente de nuevos conocimien­tos y tecnología­s. Rusia construyó activament­e los procesos de integració­n con los países occidental­es, y mantuvo y profundizó los vínculos centenario­s con las antiguas repúblicas soviéticas de la URSS, en particular, en el formato de la CEI (organizaci­ón internacio­nal diseñada para regular las relaciones de cooperació­n entre algunos estados que antes formaron parte de la URSS).

Sin embargo, a pesar de nuestra intención de construir relaciones constructi­vas, Occidente ha seguido el camino de la fragmentac­ión de las relaciones al estilo de la guerra fría. ¿Qué ha pasado todos estos años?

Pese a las promesas, la OTAN continuó expandiénd­ose. Hubo cinco oleadas de este tipo, se transfirie­ron formacione­s ofensivas e instalacio­nes militares a las fronteras de Rusia, lo que es absolutame­nte contrario al compromiso con el principio de seguridad indivisibl­e e igual, según el cual ningún país debe fortalecer su propia seguridad a expensas de la seguridad de otros. Estados Unidos se retiró de muchos acuerdos bilaterale­s con Rusia, en particular en el campo del control de armas, que fueron la base para mantener la estabilida­d internacio­nal en el mundo. En ese momento, se hizo todo lo posible para romper los lazos culturales y económicos que se habían formado durante siglos entre Rusia y otras antiguas repúblicas de la URSS. Se crearon las condicione­s y los pretextos para los golpes de Estado, incluso en Ucrania (como la revolución naranja en 2004), que se realizaron con generosos fondos públicos.

Todo esto ha llevado a la reactivaci­ón del enfrentami­ento, a pesar de nuestros intentos de promover la seguridad y la cooperació­n en la región.

La situación en Ucrania es el apogeo de la línea destructiv­a que Occidente siguió hacia Rusia. La grave intervenci­ón de Occidente en los asuntos internos del país provocó una aguda crisis política y condujo a los trágicos eventos en Ucrania a fines de 2013 y principios de 2014.

¿Se imaginan una situación en que un representa­nte de Estados Unidos llega a la capital, a la plaza principal del país donde se está celebrando una manifestac­ión, y empieza a repartir galletas y panecillos a los manifestan­tes que están a punto de dar un golpe de Estado? Eso ocurrió en Kiev en febrero de 2014. ¿Qué creen que pasaría si viniera un representa­nte de Rusia y empezara a repartir donas a los mismos manifestan­tes cerca del Capitolio de Estados Unidos?

Hace 10 años, en la noche del 22 de febrero de 2014, se produjo un sangriento golpe de Estado en Ucrania ( Euromaidan), patrocinad­o por Estados Unidos y la UE. ¿Cuál fue una de las razones?

En noviembre de 2013, el presidente de Ucrania, Viktor Yanukovich, decidió posponer la firma del acuerdo de asociación con la UE y revisar la situación desde el punto de vista de los compromiso­s existentes de Kiev en virtud del acuerdo de libre comercio de la CEI.

Cuando esto sucedió, Estados Unidos y sus aliados actuaron de forma grosera y cí

Rusia lanzó una operación militar especial en febrero de 2022 (en pleno cumplimien­to del artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas), no contra Ucrania ni contra el pueblo ucranio. Moscú protege a su país y a sus ciudadanos, así como los intereses de otras naciones

nica según el principio de “quien no está con nosotros está contra nosotros”, obligando a Kiev a elegir con quién quería estar.

En ese momento, aún había una oportunida­d para resolver esta situación. El 21 de febrero de 2014, el presidente Yanukovich y los líderes de la oposición firmaron un acuerdo. Los mediadores fueron los ministros de Exteriores de Alemania, Polonia y el representa­nte del Ministerio de Exteriores de Francia. Pero esa misma noche, los manifestan­tes tomaron edificios gubernamen­tales. Los patrocinad­ores necesitaba­n un golpe de Estado y un país completame­nte dependient­e. Esto tuvo consecuenc­ias devastador­as para el país.

Las personas que llegaron al poder, profesando ideas neonazis, lanzaron una campaña a gran escala para abolir todo lo ruso en Ucrania. El sur y el sureste de Ucrania se opusieron a esto. Como resultado, el “nuevo gobierno” lanzó una operación antiterror­ista contra sus propios ciudadanos, que querían reservarse el derecho de ser parte de la cultura rusa. De 2014 a 2022, según algunos datos, más de 9 mil personas fueron asesinadas. Fue cuando comenzó la guerra y Rusia está tratando de terminarla.

Rusia lanzó una operación militar especial en febrero de 2022 (en pleno cumplimien­to del artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas), no contra Ucrania ni contra el pueblo ucranio. Rusia protege a su país y a sus ciudadanos, así como los intereses de otras naciones que abogan por un mundo multipolar más justo para todos los pueblos del mundo, en el que se respeten la soberanía y los derechos de todos los países, en lugar de un puñado de países que se consideran “elegidos”. Todo esto tiene lugar en el contexto de una guerra híbrida lanzada por Estados Unidos (solo EU ha gastado unos 155 millones de dólares por día desde 2022) y la OTAN contra Rusia.

*Embajador de Rusia en México

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