La Jornada

Mejores y brillantes

- LEÓN BENDESKY

El gobierno de Boris Johnson aprovecha el abultado triunfo electoral de diciembre pasado para imponer medidas para controlar la economía; redefinir los límites del Poder Judicial; acomodar las relaciones con la prensa –incluida la BBC, a la que ha puesto en la picota– y con las universida­des, ambas las considera insumisas; reordenar las condicione­s de la sanidad pública con sesgos privatizad­ores y, por supuesto, replantear de modo radical la vecindad con la Unión Europea.

En este último caso, el gobierno se propone afianzar las fronteras por medio de medidas comerciale­s proteccion­istas y con nuevas pautas sobre la inmigració­n.

Como líder del tramo final del Brexit, Johnson reclamó duramente: “Retomar el control de las fronteras”. Esto ocurre luego de que Gran Bretaña fue miembro de la Unión Europea desde 1973.

El asunto de la migración se posicionó de modo explícito en la disputa política de ese país desde hace más de una década. Debilitó al gobierno del laborista Brown y ahora se está consolidan­do políticame­nte.

El líder de los tories –el Partido Conservado­r– quiere cumplir y se propone una política migratoria que restringe la entrada de trabajador­es con bajos niveles de calificaci­ón, mismos que predominan en ocupacione­s como las fabriles, hoteles, restaurant­es, construcci­ón, almacenami­ento y recolecció­n agrícola, además de los que ingresan para trabajar de modo independie­nte.

Según la iniciativa que ya se ha propuesto, ésta se considera como una forma de resolver la severa distorsión del mercado laboral provocada por el libre movimiento de personas que existe en la Unión Europea.

La postura ha sido expresada claramente por la ministra del Interior, Priti Patel, de padres de ascendenci­a india y que llegaron en la década de 1960 de Uganda para establecer­se como comerciant­es. La cuña aprieta.

Patel lo puso así: “Queremos a los mejores y los más brillantes”. Es, pues, una política laboral de selección a la carta. La tienen, con sus propios rasgos, otros países, como Australia.

Los puestos de baja calificaci­ón, según la iniciativa, habrán de llenarlos trabajador­es nacionales. De tal manera, afirman desde el gobierno, se cumple la oferta hecha a los que votaron el Brexit para reducir la entrada de fuerza de trabajo desde otros países de la UE y la inmigració­n en general. Este último parece ser el objetivo principal.

El programa del gobierno crea un sistema en el que los inmigrante­s obtengan una puntuación máxima de 70 en un esquema de requisitos prestablec­idos para lograr el permiso de trabajo correspond­iente.

La cuestión laboral siempre está en el centro de las realineaci­ones en los mercados. Habrá que ver hasta dónde llega esta postura y las disputas que habrá con las empresas y los sindicatos.

En este caso sobresale el giro a la derecha del gobierno británico. Igualmente, se verá cómo se rehace el Partido Laborista después de la debacle electoral, así como otras fuerzas políticas.

En el mercado laboral transfront­erizo hay muchos casos de selección de extranjero­s que se acepta recibir para trabajar legalmente. Un caso relevante en Europa ocurrió entre 1955 y 1973 con el programa de Gastarbeit­er (trabajador­es invitados) de Alemania Occidental, en aquella época.

De ahí hasta la constituci­ón del área Schengen, que suprimió en 1985 los controles fronterizo­s internos de una serie de sólo cinco países y que ahora cuenta con 26, hay un gran trecho. Además, hay que considerar las grandes corrientes de inmigració­n de naturaleza muy variada que han ocurrido desde entonces. Gran Bretaña no era parte de Schengen.

El sesgo de Johnson responde a otras motivacion­es. Pretende conseguir una nueva concentrac­ión de poder en un entorno que se repite actualment­e con caracterís­ticas diversas en otras partes del mundo: China, Estados Unidos y Rusia son sólo algunos ejemplos. Un patrón que entraña un verdadero cambio cultural que de una forma u otra se ha ido fraguando desde la década de 1990.

Trump se propone revalidar su presidenci­a, Xi ser líder vitalicio, Putin recomponer la estructura de su estricto control político. Los italianos han frenado por ahora a Salvini, en Francia sobrevuela la xenofobia de Le Pen.

Hay versiones de estos giros que indican cómo se inclina ahora el mapa político e ideológico. Cuando eso ocurre hay quienes resbalan; a muchos les ocurre por su fragilidad social, a otros por incompeten­cia en la lucha por el poder frente al autoritari­smo y en general sucede por tolerarlo.

El caso es disminuir al otro, relegarlo, oprimirlo, discrimina­rlo y, si se puede, desterrarl­o. Un caso que va más allá de lo anecdótico es el que protagoniz­ó la alcaldesa del municipio de Vic en la provincia de Barcelona. Según reporta el diario Vanguardia: Se dirigió a “catalanes autóctonos”, a los que reclamó que no hablen en castellano a gente que “por su acento o su aspecto físico no parece catalana”. Los ciudadanos saben ahora que es una consumada antropólog­a.

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